12. Un nuevo poder Prt.1

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―Jamás hubiera imaginado poder adentrarme bajo los túneles del reino de los enanos ―agradeció Baren―. ¿Dónde conducirá? ―Nadie respondió―. Te estoy muy agradecido, Cuntos.

―¿Nunca os habéis preguntado por qué los enanos realizaban construcciones tan grandes si ellos eran tan pequeños? ―Miraba intrigado Riv a su alrededor.

―¡Riv Nue! ―dijo sorprendido Cuntos―. No debéis llegar a conclusiones tan a la ligera, y si me permitís, los hombres comparten defectos ante la arrogancia de los enanos.

―Estos pasadizos no corresponden al reino de piedra ―interrumpió Velker―, pese a los esfuerzos por hacernos creer que así es. Los enanos son capaces de tallar la piedra de manera magistral, no como estas construcciones. Fuera quien fuera el que construyera este pasadizo, no se trataba de un enano.

―Quizá sea porque no son enanos quienes construyeron este túnel sino los antiguos truanil ―contestó Cuntos―, pero no debo avanzar. Debéis tener paciencia.

―No os preocupéis por mí, si puedo aumentar mi poder me daré por satisfecho. Ni siquiera pude romper el ataúd de hielo de Eria. ―Nisha cerró el puño―. Quizá así pueda ayudarla y vengarme de... ―Nisha decidió guardar silencio mientras se fijaba de nuevo en Velker, quien intentaba descifrar los orígenes de aquel lugar bajo la montaña.

―No olvides ―dijo Dreid― que esa es la razón por la que hemos aceptado venir ―le recordó.

El final de los túneles de los truanil empezó a vislumbrarse, el joven de cabellera gris estaba intrigado. Cuntos fue el primero en salir y encontrarse en aquel nuevo asentamiento. Velker, junto con el semielfo, desenvainó su arma de manera instintiva; un oscuro presentimiento atormentó su pensamiento: alguien les estaba vigilando desde que entraron en aquellos túneles. Sin tiempo para responder a la ofensiva, las afiladas lanzas de los truanil acorralaron a los herederos de la luz. Las armas de Velker y Dreid consiguieron responder, amenazando a aquellos seres con sus espadas. Riv hubiera sido capaz de responder mediante un hechizo si Cuntos, alertado por las consecuencias de enfrentarse a los guerreros truanil, no hubiera ordenado la detención de cualquier tipo de ataque hacia aquellos seres. Riv fue el único que obedeció, Baren sujetó a Dreid y este finalmente entendió la misiva de su alumno. Todos bajaron las armas y el que parecía estar al mando de aquel escuadrón se adelantó a los demás.

―¡Rasu, quen kis! ―dijo el truanil dirigiéndose a Cuntos al reconocer los símbolos de la venda que ocultaba sus ojos―. ¡Rasu! ―repitió al ver la extraña sonrisa mostrada por Cuntos. Excepto él ninguno de los presentes parecía entender aquella extraña lengua.

―No debo ser yo quien responda a su pregunta, buen guerrero, el joven lo hará, ¿verdad, Nisha? ―El joven no entendió el motivo por el cual él debía responder.

―Mi nombre es Nisha ―respondió finalmente―. Venimos del exterior de la roca, más allá de las montañas Afiladas.

―¿Fielis yuin? ―volvió a preguntar en aquella lengua al ver que Nisha era capaz de responder.

―No buscamos tesoro alguno. ―Los demás estaban atónitos―. Nuestra presencia aquí se debe a la búsqueda de mi destino, buscamos un poder capaz de hacer frente a la sombra más oscura. ―El general de aquella tropa meditó durante un momento aquella respuesta.

―Debemos ser llevados ante Basilian, uno de los buscadores y sacerdote de la Apertura del Cielo. ―Los guerreros parecían sorprendidos ante la revelación de Cuntos―. Amigos somos del pueblo de los truanil. Necesitamos llevar al joven ante el sumo sacerdote. Él desconoce vuestra lengua, esa es la prueba. ―añadió adivinando los pensamientos de los guerreros truanil―.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now