4. Cuando el fuego encuentra al dragón Pt.2

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Al escuchar las últimas palabras del maestro del hielo, Dreid abandonó, dejando tras de sí un incómodo silencio que nadie parecía ser capaz de romper. El Lobo Azul seguía preguntándose el motivo real de la presencia del guardián del fuego en aquel lugar, así como la conveniencia de convocar un nuevo Consejo de Loudim. Lennan era un hechicero muy meticuloso y muy burocrático a vistas de todos los demás hechiceros, seguía las normas creadas por la Orden de la Luz sin oponer apenas resistencia. Pero eso siempre era a vistas de los otros hechiceros, por encima estaba su moral y su sentido de la justicia como ya quedara patente en su participación junto a otros hechiceros de manera oculta en la guerra de las Nuevas Alianzas, desobedeciendo así a la resolución del propio Consejo.

―Debemos marcharnos ―indicó con cierto resentimiento el joven hechicero―, nuestra misión era encontrar alguna respuesta a los acontecimientos y parece ser que el maestro del hielo no está en disposición de servirnos de ayuda. ―Lennan soportó con entereza las reprimendas del guardián.

―Agoyh, no olvides tu responsabilidad como uno de los hechiceros supremos, si el Consejo te necesita, deberás... ―El guardián del hielo le miró sorprendido, incluso el semielfo no esperaba aquellas palabras.

―Soy el guardián del hielo, me debo a las leyes que determine el Consejo. ―Agoyh no dudó en hincar la rodilla en el suelo y dirigir la mirada directamente a su maestro―. Por los años a vuestro lado no haré nada que contradiga vuestra sabiduría, pero en primer lugar soy humano y aprecio este mundo. Lucharé por preservar este mundo de la oscuridad, incluso si debo enfrentarme a todos los hechiceros supremos. ―Lennan apoyó la mano sobre el hombro de su antiguo alumno y le hizo ponerse en pie. Baren miraba sin entender aquella escena, solo sentía paz a su alrededor.

―Mi padre..., mi padre me enseñó que siempre debo hacer lo mejor para las personas que quiero y, si en el futuro tenemos que luchar para proteger al mundo..., yo quiero luchar por eso. ―Tras un breve silencio por las palabras de tan solo un niño, el maestro del hielo habló:

―Tu padre te enseñó bien, Baren ―sentenció el maestro―, podéis estar orgullosos el uno del otro, al igual que yo lo estoy de ti ―dijo mirando fijamente a su antiguo alumno―. Ahora será mejor que os quedéis aquí, se acerca una fuerte tormenta. ―Por un momento, a Baren le pareció que fue el propio Lennan quien provocaba la aparición de aquellas grandes nubes oscuras. Lennan parecía de mejor humor―. Pero antes, guardián, ¿podrías ir a por mi hija? Se encuentra en el lago del Espejo, ha ido en busca de soles de rin para las pócimas curativas de Eria y ninguno de nosotros desea que la tormenta la atrape, ¿verdad? ―Agoyh se sonrojó ante aquella sugerencia.

El guardián volvió a cabalgar a Brisa tomando rumbo hacia el encuentro con Aruc. Tras una breve despedida, el corcel blanco se adentró en la espesa vegetación perdiendo de vista la residencia del viejo Lobo Azul.

Cuatro esferas iluminaban aquel lugar, un entorno donde solo existía oscuridad.

―Parece que ha surgido un leve contratiempo; la estupidez y la tozudez del guardián del fuego nos ha impedido hacernos con la espada divina.

―Tranquilo, Mefrac ―habló una de las esferas de luz―. Sagras no supone peligro alguno, su poder es insignificante.

―Conozco a Sagras, es poderoso, pero no lo suficiente. Quizá deberíamos acabar con el Viejo Lobo y su manada de rebeldes.

―Lennan debe permanecer con vida ―contestó la primera voz―. Ukog se encargará personalmente de él, el maestro del hielo está bajo control, jamás se opondrá a las decisiones del Consejo, al igual que su guardián.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now