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Kristen

Maldito James. Me había abandonado cuando más lo necesitaba.

Aún no me recuperaba del todo, físicamente y por la culpa de haberme deshecho de mi bebé, y con todas las cosas que se agregaron después, David Copley, Annette y sus planes, la historia de mis padres.

Con ella no hablé del asunto de mi padre, ella sabía demasiado de mí, y más me valía no tenerla de enemiga.

Mi casa pronto se convirtió en un verdadero manicomio.

Mi madre era cada vez más, una sombra inexistente en una habitación del segundo piso, mientras Annette poco a poco tomaba el mando de la casa, bajo la mirada deslumbrada tanto de mi padre como de Ethan. Ninguno parecía notar las actitudes del otro para con Annette.

Y yo no iba a hacérselas notar, no porque me agradara la situación, sino porque esa zorra podía destruirme ¡Y con el apoyo de los dos hombres de mi casa! Nada menos.

Ella comenzó a mandar al personal, a organizar los menús y las compras de la casa. Incluso remodeló la sala de recibir.

Durante el mes siguiente a mí regreso de Gloucester, Annette se coronó como la señora de mi casa.

Fue el mes más solitario de mi vida, ya ni siquiera estaba mi pequeña hermana para regalarme una sonrisa. Y, sin embargo, me alegraba que ella no estuviera presente para no caer en cuenta de la depravación que se desarrollaba en nuestra casa.

Estaba enojada con James ¿Cómo había sido posible que se acostara con Caroline mientras yo yacía convaleciente después de haberme desecho de su vástago? Aunque no podía sentirme del todo enfadada, después de todo, yo también le fui infiel...con David.

Durante ese mes, también pensé mucho en él. Varias veces me encontré recordando sus hipnóticos ojos mirándome, sus labios...eso sí que lo recordaba bien. Aunque de inmediato me frenaba de ir por ese hilo de pensamientos.

Días después de haber pasado mes y medio, mi padre nos anunció en la cena que había hablado con el padre de la prometida de Ethan y que había logrado deshacer el compromiso.

Las reacciones de alegría, por parte de Annette e Ethan no se hicieron esperar. Mi madre ni siquiera estaba presente.

Y yo, incómoda, me alejé de su alegría compartida.

Bien, ahora ambos podrían follar a Annette por siempre. Felicidades.

En mi habitación, no esperaba encontrarme a mamá. Pero ahí estaba ella, sentada en mi sillón de brocado rosado, su miraba era fría, y en su regazo descansaba una tela blanca.

De pronto me sentí como cuando ella me regalaba de niña.

- Que alegría veros, madre...- cerré la puerta con cuidado. ¿Por qué estaba tan nerviosa?

Ella lentamente levantó la tela para enseñármela.

Mierda.

Era el vestido griego.

- ¿Qué es esto? - me preguntó. Yo solo traté de encontrarle una explicación más no se me ocurrió ninguna. - Extraño traje, es muy transparente y por el desgaste del ruedo, me doy cuenta que ya lo has usado.

Preferí guardar silencio.

Su enojo frío no se hizo esperar. No valía la pena fingir que no sabía que era, o pensar que ella no sabía dónde lo había usado.

Me aventó el vestido, el cual llegó a mí, al mismo tiempo que su mano impactaba mi mejilla.

Sin embargo, no le dije nada.

La Amiga (Saga Montgomery #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora