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Kristen

Entre múltiples protestas, mi padre obligó a Annette a irse conmigo a París.
Era más que obvio que ese viaje arruinaba sus planes con los hombres de mi casa.

Aunque poco le duró el disgusto.

Para cuándo llegamos a Francia, Annette se encontraba en su elemento. Su francés natal le daba a su voz un tono titilante que con el inglés no tenía.

No tardamos mucho en llegar a la ciudad de París, bella en su arquitectura y llena de vida por cualquier calle que vieras.

Yo ofrecí a Annette a que visitáramos a su familia, pero ella con desdén solo me respondió que eran personas que ella no deseaba volver a ver más.

Y en lugar de ir a un hotel, terminamos metidas en una casa de habitaciones, los inquilinos eran como familia dijo mi futura cuñada, todos ellos eran antiguos amigos de Annette. Como no.

La casa era manejada por una mujer a la que todos llamaban Madame Marie. Rubia y ya cercana a su quinta década, era tan desenfrenada y libertina como todos sus huéspedes.

Clarissa y Melissa Dufrant eran unas gemelas pelirrojas, y trabajaban de "damas de compañía" de caballeros ricos.

Vivían ahí también, Ferdinand Franz, un joven escritor alemán que siempre buscaba su inspiración, según él, sería el próximo Marqués de Sade. Estele Guggi, una actriz, Julián Fernández, un español sin oficio ni beneficio que al parecer pagaba su estancia a Madame Marie con su persona, y por último estaba, Hugo Laforet, un comerciante de "mercancías" que viajaba recurrente mente a oriente.

Éste último resultó ser el más interesante para mí.
Era muchísimo más alto que James o David, tanto que yo me sentía pequeña a su lado, aun sabiendo que yo era bastante alta, sus cabellos rubios contrastaban con sus ojos negro azabache. En fin, un hombre verdaderamente apuesto y misterioso.

Ya hacía rato había decidido que me divertiría tanto como pudiera durante ese viaje, que, me convertiría en una mujer distinta a mi madre, que haría lo que quisiera con quien quisiera. Y a Hugo no lo molesto ser participe mi diversión.

Cómo era de esperarse los meses siguientes que viví en esa casa, con personajes tan extraños y libertinos, aprendí cosas.

De Clarissa aprendí a evitar un embarazo. A contar los días de mis ciclos para evitar mis días susceptibles.

-Eso es lo más importante, aquí. - decía ella. Obviamente nadie deseaba una embarazada en la casa.

Madame Marie y Julián organizaban fiestas casi cada noche. De esas a las que Annette tanto le gustaba asistir. Ella se la vivía colgada del brazo con distintos invitados y yo, siempre pasaba el tiempo con Hugo.

Él me enseñó tantas cosas, como a generar placer solo con los labios, sexo oral, él lo llamaba. Tantas cosas, que, al cabo de unos meses, ya me sentía totalmente amoldada a ese ambiente tan bajo y desenfadado. Hugo viajaba bastante a la India, en donde al parecer las mujeres y los hombres eran enseñados desde la adolescencia a dar y recibir placer, incluso tenían su propio compendio sexual, llamado Camastra. Y como era de esperarse, Hugo no había perdido el tiempo en adquirir dicho libro, así que ¿por qué no? lo exploramos juntos.

El problema vino al cabo de unos meses, cuando, paseando por la Rue Du Roa con Estelle, vi a una joven finamente vestida, así como yo solía vestir en Inglaterra, hermosa en verdad, paseando del brazo de un apuesto y elegante hombre, ambos riendo, viéndose enamorados, y con un pequeño niño saltando a su lado. Era notorio que eran de noble cuna, como yo se suponía, que ella tendría aproximadamente mi edad, y que eran un joven matrimonio, como el que se suponía que yo ya debía de tener. Mi vida se suponía que debería ser como la de esa hermosa francesa desconocida.

¿y qué es lo que yo había hecho? Solo tres cosas.

1. Conseguir que un joven noble y apuesto ni siquiera sabiéndome embarazada me tomara por esposa. Aunque se suponía que su promesa aún seguía vigente.

2. Dejarme arrastrar gustosa a una vida de pecado, lujuria y libertinaje en donde ningún hombre me tomaría en serio más que para coger.

3. Tener una vida vacía y superficial en el presente con un futuro sombrío y solitario.

Esos solos pensamientos me persiguieron el resto del día amargando mi humor. Esa noche no cené, no me uní a la fiesta que Madame Marie daba esa noche en el salón, ni siquiera permití que Hugo me tomara esa noche. Simplemente me encerré en mi habitación y dormí.

A la mañana siguiente, desperté antes del alba con una idea en mente.

De inmediato tomé mis pertenencias, que ya eran pocas pues mis padres me habían forzado a vender algunas pues habían dejado de mandar dinero "con la esperanza de que la austeridad me aclarara el alma" (como había escrito mi madre en su última carta), dejé un poco del efectivo que traía en el mostrador de la cocina, para pagar a Madame Marie, me iba sin decirle una sola palabra a Annette, ni a Hugo, aunque mucho me temía que a él no le importaría mucho, ya que me sospechaba que él ya había puesto sus ojos en Melissa.

Salí de la casa, con valija en mano justo cuando comenzaba a salir el sol. 

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N/A: Hola gente bonita :)

Aún me recuerdan?? jejeje ya se, ya se, tardé muchísimo, pero entre la uni y el trabajo a penas si duermo, y no había encontrado tiempo para escribir .-. es una lata eso de tener la necesidad física de dormir en serio.

Pero bueno, espero comments ehhh!!!!

Besos :*

EmmersonJB

La Amiga (Saga Montgomery #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora