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Kristen

Así, de esa forma, descubrí un mundo nuevo. De la mano de James, me encontré con una parte desconocida de mí misma. Un aspecto que me daba la libertad de la cual nunca había gozado.

Era mi secreto, pues no la hablé ni siquiera con Madmoiselle Castello, ni con nadie, aunque mucho me sospechaba que ella lo sabía.

Era nuestro secreto, mío, de James, de esa cabaña, donde él y yo nos encontrábamos casi a diario, del sillón donde por primera vez él fue hombre y yo, mujer, y de la cama en donde por primera vez sentí lo que es la lujuria y el deseo mezclado con la necesidad física.

Esas tardes gloriosas, me sabían a libertad, a tentación, a que deliciosamente traicionaba a mi padre, a mi madre, y a todo lo que me habían inculcado desde niña, que les traicionaba por no haberme sabido dar el amor que James siempre me dio a manos llenas.

Lamentablemente, lo nuestro ya no era una amistad. Ahora era simplemente deseo, alborotadas hormonas adolescentes y necesidad de experimentar, de conocer nuestros propios cuerpos mientras conocíamos el del otro.

Él se volvió más reservado conmigo, y yo cada vez estaba más enamorada de él, aunque James se alejara cada vez que yo intentaba volver a platicar como antes, pero ya que más daba si la única relación que compartíamos era completamente sexual. Me bastaban sus palabras dulces cuando me hacía el amor.

Era verdaderamente estúpida ¿no es así?

Pero las preocupaciones y los problemas te encuentran cuando más felicidad crees poseer.

Unos meses después, cuatro para ser más exactos, fue cuando la verdadera pesadilla comenzó.

Era una mañana de verano, el clima era caliente como en ningún otro año, y los mareos, seguidos de las náuseas matutinas comenzaron. Los antojos de trucha y queso azul, los ascos, y el cansancio, atacaron mi vida. Y luego lo peor, caí en cuenta de que tenía dos semanas de retraso en mi periodo.

Estaba embarazada, de eso no tenía duda.

La noche en la que me dispuse a pedir ayuda a Madmoiselle Castello, me llevé otra ingrata sorpresa. El pasillo estaba oscuro, pero pude distinguir claramente una figura masculina saliendo de la recamara de Annette.

-Volveré mañana. - oí decir al hombre, que claramente era la voz de mi hermano.

-No, no, podrían descubrirnos. - le respondió Madmoiselle Castello.

Luego, ambas sombras se acercaron y reconocí esos sonidos característicos de un beso apasionado.

Poco después mi hermano se alejó por el otro extremo del pasillo, y Annette se encerró en su habitación.

Y aunque era desconcertante para mí, el haberme enterado que mi muy obediente y honorable hermano, el cual por cierto ya tenía un compromiso de matrimonio concertado, estaba teniendo un romance ilícito con una sirvienta, yo tenía un secreto y un problema mucho mayor y más importante.

- ¿Y eso es todo? - me preguntó Madmoiselle después de que le contara mi dilema. - ¡oh querida! Eso tiene una solución tan sencilla, mañana iremos a ver al Doctor Copley y....

-No, no quiero ver a un doctor, yo....

Madmoiselle me miró asombrada. - ¿Quieres conservarlo?

Y yo no supe que responderle. Aún no estaba lista para ser madre. Pero sí quería evitar que mi madre me casará con otro. Al parecer, el elegido sería Lord Milton, un amigo de mi padre que había enviudado hacia menos de un año.

-Entonces, será mejor que se lo anuncies al padre de la criatura, para que tome su responsabilidad, pues supondré no lo has engendrado sola. - me aconsejó la extraña mujer italiano-francesa que de manejar bien sus cartas terminaría siendo mi cuñada.

La Amiga (Saga Montgomery #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora