5

4.5K 576 12
                                    

Kristen

Ese día llegué muy tarde a mi casa.
Casi a la hora de la cena, a penas lo suficiente como para arreglarme.

Durante la cena conocí a mi nueva institutriz, Madmoiselle Anette Castello. Una joven de la burguesía de Champagne, Francia.

Era hija de un exitoso lombardo y una mujer francesa de cuna burguesa de París, sin duda una extraña combinación. Era joven, aunque mayor que yo sin duda, y había viajado muchísimo; había visitado la India, muchas ciudades del Continente, como Viena y la natal Venecia de su padre, también incluso llegó a mencionar San Petersburgo, todo eso, con sus padres, antes de que éstos murieran, y de que su hermano reclamara toda la herencia, dejándola olvidada y en la miseria. Tenía una belleza extraña, pues su tez algo morena contrastaba con sus ojos grises, además de cierta sensualidad latina bien disimulada bajo una recatada sonrisa.

En lo personal no me pareció la mujer más capacitada para ser mi mentora en lo que a cuestiones sociales se trataba, aunque me sospechaba que su contrato se valió más en el hecho de que mi padre parecía estar encantado con ella.

Cómo fuera, ni le di importancia.

Toda esa tarde había estado en la cabaña con James, hablando como desde hacía tiempo no.

Nos recuerdo a ambos sentados en el pórtico de la cabaña, mirándonos fijamente sin decir una sola palabra, solo absorbiendo la imagen tan cambiada del otro. Tan familiar y a la vez tan lejana.

Él era guapo, aún con unos rasgos aniñados en su rostro cuando sonreía, pero sus ojos verdosos seguían siendo los mismos.

Y durante todo ese tiempo me pregunté, qué sería lo que él pensaba al verme. ¿Vería a su amiga de la infancia? ¿O estaba observando un rostro totalmente nuevo como yo estaba haciendo?

-Estás muy cambiada, Kitty...- me dijo después de un rato. Su sonrisa ladeada, esa que solo aparecía de vez en cuando, me pareció sumamente atractiva. -...Muy hermosa.

Yo sonreí un poco, aunque comenzaba a incomodar me su mirada tan fija en mí. Bueno, quería evitar decir, en su oscilante mirada que viajaba entre mi rostro y mis senos.

Sin embargo, y por primera vez, no supe que responderle. Intentaba solo, mirar hacia otro lado.

- ¿Te lo parezco? Eso es bueno, supongo, pues ya pronto he de casarme. - le dije como quien habla del clima. Mi mirada se centró en un roble, ese en el cual, bajo su sombra, ambos nos besamos por primera vez.

Lo escuché resoplar con molestia, y me volví a mirarle.

- ¿Por qué todo mundo piensa en bodas? - me dijo.

Entonces me contó el motivo de su enojo.

Su padre, Lord Abercorn, acababa de contraer un compromiso con una debutante llamada Caroline Windshid. La hija huérfana de Lord Gustav Windshid, que en vida fue amigo íntimo de Lord Abercorn. ¡una muchachita de apenas unos cuantos años mayor a nosotros!

Además de que, al parecer al padre de James, el carácter se le había amargado desde la muerte de Lady Abercorn.

Trataba mal a Bernadette, la hermana mayor de James, pues, al ya estar casada, aún no había sido capaz de dar a luz a un hijo, y eso, al parecer era una deshonra. Tanto como al propio James, pues siempre lo humillaba por cualquier cosa.

Y mi amigo hablaba con tanto odio y rencor de su progenitor que bien ambos podríamos estar en la misma situación.

Después fue mi turno de contar mis infortunios.

Le conté acerca de lo mucho que me preocupaba que mi madre ya me estuviera buscando esposo. Sí bien era común que se dieran matrimonios concertados a conveniencia, y más en mi familia, en donde todas y cada una de las bodas habían sido pactadas por los padres de los novios, en donde Ethan, mi hermano, pronto contraría nupcias con una jovencita a la que ni siquiera conocía, yo siempre esperé más.

Tenía miedo de repetir la historia. Mi madre había sido obligada a casarse con mi padre, un hombre casi veinte años mayor que ella, un hombre que se destacaba por ser cruel hasta con su prole, distante, engreído, e incluso algo violento.

Yo no quería una vida en la que tuviera que quedarme callada soportando los abusos de un hombre intolerante y agresivo, no quería tener que quedarme callada ante el hombre que aterrorizaba a mis hijos desde su más tierna infancia bajo la excusa de "es su padre, él sabe bien lo que hace, además es mi marido y debo callar y obedecerle". Así como mi madre había sido tantos años.

Todas estas preocupaciones se las dije a quien siempre fue mi consuelo. Al que desde siempre me había escuchado llorar por los maltratos de mi padre.

-En resumen, ambos odiamos a nuestros padres. - dije, en conclusión. - Desearía que hubiera algún otro camino ¿Tu no?

Él me miró a los ojos un momento. Misterioso en su silencio, y yo no podía dejar de desear que me abrazara.

-Tal vez...- me dijo mientras tomaba mi mano. -...exista otro.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
N/A:
asdfghjklñ!!! *-*

(*) Un lombardo era como en el resto de Europa se les conocía a los banqueros Italianos, ellos eran prestamistas con sucursales en toda Europa.

Comments?

Atte.
Emmerson JB

La Amiga (Saga Montgomery #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora