Kristen
Con el poco dinero que me quedaba me las arreglé para tomar un carruaje comunitario que iba con rumbo a un pequeño pueblo llamado Dinan, fue un viaje largo, primeramente fuimos hacia el sureste hasta Dournan, pasamos por Courtalain, Champagné, Le Mans Sillé-le-Guillaume, Évron y de Vitré hasta Châteaubourg, ahí tomamos un descanso, para que los caballos pudieran tomar agua, durante todo ese tiempo hice migas con una adorable señora que vivía en Versalles y que iba a visitar a su hija en Dinan, se llamaba Martinne Du Palais, y estaba sumamente emocionada pues iba a ver a su recién nacido tercer nieto.
-Lamentablemente con tanto hijo, mi pobre Marine perderá su trabajo, eso seguro. - me decía Madame Martinne mientras almorzábamos. -Y era tan bien remunerado.
Yo sonreí. Tal vez Dios sí da oportunidades.
- ¿En donde trabajaba su hija, Madame? -pregunté. Y ella a su vez sonrió. - Tal vez, ya sabe, como espero empezar una nueva vida, puedan su hija y usted recomendarme.
- ¡Pero por supuesto que os recomendaré, ma chère amie! No es necesario que si quiera lo pidas. - sus viejas y callosas manos de anciana tomaron las mías con ternura. -A los Rocheux les encantará tenerte de niñera, mi pequeña Christinne.
Oh sí, casi olvidaba deciros. Antes de partir de París y cuando compraba el boleto, decidí que, por si acaso, debería cambiar de nombre. Entonces a la encargada le dije "Kristen Laforet", pero ella había escrito "Christinne Laforet" en el boleto. Y así fue como conocí a Madame Martinne, cuando dicho boleto se me cayó y ella lo recogió, "Yo siempre me quise llamar Christinne, es un nombre precioso" me dijo.
Dos horas más tarde ya nos encontrábamos rumbo a la ciudad de Rennes, y después al norte hacia Gare de Dol de Bretagne, ya casi anochecía cuando por el este llegamos hasta Dinan.
En la posada a la que llega el cochero ya estaba esperando por Madame Martinne, su hija, Marine, junto con su esposo Jerome. Sin pensarlo Madame Martinne me invitó a pasar la noche en casa de su hija, y yo no queriendo ser inoportuna decliné y mejor pasé la noche en la posada, claro con la promesa de visitar a Madame Martinne al día siguiente para el desayuno.
Dinan era un pequeño pueblo que conservaba su aire del medievo, sus calles adoquinadas, sus casas de techos altos y flores en los balcones de hierro toscamente forjado, con el castillo de piedra gris de los Rocheux al final de la calle principal, el pueblo tenía su propio río y estaba solo a dos horas del puerto de Saint-Malo, lo cual me era conveniente en dado caso de que quisiera regresar a Inglaterra.
La gente era amble y muy religiosa. Mi historia que todo el pueblo supo al poco tiempo de haber llegado fue la misma que le conté a Madame Martinne; que era una pobre huérfana que buscaba una nueva vida después de que me echarán del orfanato.
Marine (la que terminó siendo una muy buena amiga mía) me recomendó a los Rocheux para su antiguo puesto, y ellos sin vacilar me aceptaron. Así pues, pronto me encontré viviendo en ese enorme castillo de piedra del siglo XV, cuidando a los pequeños hijos de esa familia burguesa en plena campiña francesa.
El señor de la casa, Monsieur Pierre Rocheux, era tan rico como cualquier caballero de familia noble, sin embargo, esa fortuna había sido ganada a sudor y sangre desde el abuelo de Monsieur Pierre. Su esposa, Madame Jaqueline Rocheux, era veinte años más joven que su marido, si acaso unos años mayor que yo, sin embargo, era una mujer muy banal, que se preocupaba más por su vida social que por sus hijos.
Los niños a mi cargo eran tres, Lisette de siete años, Anne Marie de cinco, y el pequeño Joan Pierre de un año. Los tres eran niños tranquilos y respetuosos, sin duda Marine los había educado bien, y yo me propuse a seguir su ejemplo. Así bien no nada más terminé siendo su niñera, sino también su institutriz.
Madame Rocheux estaba verdaderamente encantada conmigo.
-Una institutriz debe estar bien preparada y tú hasta inglés y español hablas, además de que sabes de música, canto y pintura, ¡Y los modales de toda una dama! Sin duda mis hijos tendrán la mejor educación de este pueblo. - me dijo Madame Rocheux cuando me contrató.
Era una vida simple y rutinaria, despertar a los niños, encargarme de que desayunaran, sus lecciones en distintas artes, la hora del juego, la hora del piano, el almuerzo, equitación, la hora del té (sí, les estaba enseñando costumbres inglesas), la misa diaria, la cena, el aseo de los niños, y a dormir.
Me sentía tan tranquila al pasear por las calles de Dinan, sin preocupaciones, sin pretensiones sociales, sin el yugo de mis padres, sobre todo el de mi padre, sin James, sin Annette, solo era yo.
¡me sentía tan libre!
Era otra persona, una mujer que no necesitaba a nadie para ser feliz, que no tenía más que lo que me ganaba con mi trabajo. Sin embargo, había un hecho que no podía ignorar. Aunque generalmente no pensaba ni en James ni en ningún hombre, y me trataba de mantener lo más alejada posible de cualquier joven que quisiera relacionarse amorosamente conmigo, por las noches era otra historia; cuando me encontraba sola en mi cama, con las cobijas hasta la barbilla, me daba cuenta que mi anterior vida de desenfreno y lujuria me había dejado una maldita necesidad fisiológica.
Necesitaba un hombre.
Necesitaba sexo, sentir caricias en mi piel, necesitaba sentir otra piel rozando con la mía, un orgasmo...creo que no es necesario explicarlo más, ya entendéis; añoraba a James, a David y a Hugo por igual. Cada uno me había hecho vibrar en formas diferentes y en esos momentos yo añoraba volver a vibrar por dentro. Así aprendí a amarme a mí misma. Al principio, despertaba avergonzada, ya luego, no importó.
En Dinan pasé hasta mi cumpleaños número veintidós (sí ya había pasado tanto tiempo viviendo en Francia, casi cinco años), mis niños Rocheux me regalaron flores que ellos mismos cortaron del jardín, y Madame Jaqueline me regaló uno de sus viejos vestidos. Y aunque pudieran parecer pocas cosas, comparándolas con todo lo que recibía de mis padres y conocidos en Inglaterra, para mi jamás ningún regalo fue más hermoso. Ese mismo día Madame Martinne nos anunció que se quedaría a vivir en Dinan, pues estaba cansada de tener que viajar tanto para ver a su hija.
-Además, ya tengo otra hija. - dijo Madame Martinne sonriendo mientras tomaba mi mano. Yo se lo agradecí eternamente. Esa señora había sido más maternal conmigo que mi propia madre.
Pero todo lo hermoso y bueno no dura para siempre, por más que uno quiera.
A los pocos meses después de mi cumpleaños, me encontraba paseando por la plaza principal con Lisette, estábamos comprando listones para su nuevo vestido, cuando a lo lejos reconocí a alguien que hablaba, -al parecer pedía indicaciones- con el señor Sirot, el panadero. Juro que me paralice en ese momento. Y ¡oh como quise ponerme a llorar (sobre todo llorar) o correr o algo! Él sonrió cuando me vio entre la multitud y a paso veloz se acercó a mí.
James me habíaencontrado.
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N/A: Hola gente hermosa!!!!!
Que bonito es tener inspiración y tiempo!!!!
Miren que rapidez le da a éste asunto!!!!
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EmmersonJB
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La Amiga (Saga Montgomery #2)
Historical FictionDe "La Madrastra" conocimos a cierta curiosa chica. Bien, conozcamos su historia. La hermosa señorita, Kristen Anne Dawson, es la hija mayor del marqués de Lloyd, un hombre de estrictos valores morales, que siempre se preocupó por que su familia fu...