Kristen
Era un vestido hermoso, increíblemente incómodo y pesado, pero hermoso.
Color cascarón, de escote bajo, hombros recatadamente descubiertos, con la cintura tan definida por el corsé que yo lucía dos tallas más delgada de lo que era; con flores plateadas y encaje que adornaban todo el ruedo de la falda y las mangas, bordado de hilo de plata por toda la pieza y un delicado cinturón de perlas.
Un collar de diamantes enorme, herencia de mi bisabuela, adornaba mi cuello, a juego con los aretes de perlas y diamantes de mi madre, y el anillo de compromiso de Lady Elizabeth. Mi cabello caía en estilizados rizos marrones alrededor de mi cara, en peinado alto coronado por el velo de mi madre, el mismo que usó para cubrir mi cuna, y la tiara de flores de la primera Marquesa de Lloyd, una bella pieza de un siglo de antigüedad, de plata y zafiros. Con esa tiara se habían casado cada mujer de mi familia.
El ramo de lirios, guantes blancos, medias de seda y zapatos con bordados de plata; lo que veía frente a mí en el espejo era la imagen perfecta de una novia, de una dama de aristocracia. Una futura Lady. Hermosa, regia, elegante. Y lo odié con toda mi alma.
Mis sirvientas correteaban a mi alrededor afinando los detalles de mi apariencia, y en cuanto más se acercaba la hora en la que me encontraría en el altar frente a Dios, con James a mi lado, y no David, más crecía en mi un deje de arrepentimiento. Yo no debía mentir así frente a Dios, no podía jurarle a Dios que amaría y respetaría a alguien, totalmente consciente de que era una charada.
Aún era temprano, la boda se realizaría hasta poco antes del almuerzo, la ceremonia sería en la capilla familiar de los Lloyd, el baile en los salones de nuestra casa en Londres, que siempre han lucido vacíos. La cocina debería de estar muy atareada. Desde mi habitación podía escuchar el bullicio que salía de cada rincón de mi casa, porque ¡al fin la señorita se casaba!
Todo era emoción y energía para que todo estuviera perfecto.
No iba a poder hacerlo, no iba a poder mirar a los ojos a James, jurarle que lo amaría el resto de mi vida sabiendo que David estaría entre los presentes, justo tras de mí. No con esa sonrisa en el rostro de mi madre, recordándome que era lo correcto. No podría fingir que todo estaba bien. De solo pensarlo y de sentir tan cerca ese momento me daban ganas de vomitar. Me faltaba el aire.
-Mi niña...-interrumpió mi nana en mi habitación, parando también mi ataque de pánico. Mis sirvientas corrían por mi habitación preparando mi aguar de novia. -...Estas tan hermosa pequeña. – ella me sonrió y tomó mis manos, me di cuenta de que estaban heladas. – No debes tener miedo, el futuro te va a sonreír.
No supe que decirle, pues antes de que pudiera contestarle, con toda discreción, puso en mis manos un pedazo de papel. No pude más que agradecerle.
Al mirar el papel, reconocí de inmediato la letra de David. Mi nana ya antes me había ayudado con este tipo de cosas, así que sonreí un poco.
"Necesitamos hablar, te espero en la puerta del jardín."
Ni siquiera estaba firmado, así que él debía estar justo en ese momento esperándome.
Y contra todo mi buen juicio decidí que yo también necesitaba verle.
-Nana, ¿me harías un favor? – pregunté. -...Odio este ramo, podrían cambiarlo por favor. - Ella me sonrió con complicidad.
- Por supuesto mi niña. Mary, Jane, vayan al vivero y traigan otros dos ramos, que sean distintos...- les pidió a mis sirvientas para que se fueran. - ...yo te traeré un té, estas muy nerviosa pequeña.
Y con eso, me dejaron sola. Por un momento pensé en no ir ¿Y si me descubría mi madre? Pero antes de dudarlo más, me quité el velo y la tiara, si se manchaban, o peor si el velo tan fino se rasgaba, de seguro sería algo difícil de explicar.
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La Amiga (Saga Montgomery #2)
Narrativa StoricaDe "La Madrastra" conocimos a cierta curiosa chica. Bien, conozcamos su historia. La hermosa señorita, Kristen Anne Dawson, es la hija mayor del marqués de Lloyd, un hombre de estrictos valores morales, que siempre se preocupó por que su familia fu...