Huerfano - Por: Sally

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El aula de ciencias tenía olor a algo podrido, seguramente por alguna rana que alguien había olvidado tirar la clase pasada. Claro que la profesora Brown no le iba a hacer ni caso ya que de seguro en sus sesenta y siete años su olfato no debía de funcionar muy bien.
A pesar de que a mi no me iba mal en la clase, la vieja era tan amargada que me hacía odiar entrar al laboratorio todos los martes.

Decidí sentarme en el último asiento de la fila que estaba contra el gran ventanal; el día estaba demasiado hermoso: cielo despejado, nubes casi imperceptibles y el conserje Jonas se encargó de cortar el césped que gracias al sol se veía de un color verde brillante.
Normalmente yo era la primera en llegar, puesto que mi casa quedaba a solo unas cuadras de la escuela, siempre tenía que esperar al menos unos quince minutos antes de que suene el primer timbre dándole inicio a las clases.
Así que ese día me senté a la luz del sol, extendí mis piernas desnudas (Gracias a mi horripilante falda corta) y me resigné a leer un libro.
Ya estaba por abrir el bendito libro cuando un bruto abrió la puerta del salón haciendo mucho ruido.
Even.
¡Dios dame paciencia para no matarlo esta vez!–Imploré mentalmente.

El rubio me vio y sonrió, venía cargado con su mochila y unos cuantos libros en sus manos que se iban cayendo en el camino.
Sin decir hola me dijo:

—¿Ya leíste mi carta?–¿Pero de que carta me hablaba? ¡¿A penas eran las 7:45 de la mañana y el chico ya venía con sus declaraciones?! ¡Pero por favor!

Traté de ignorarlo para que se diera cuenta que era muy temprano para su jueguito pero en cuanto abrí mi libro de la más apasionante historia de amor, un papel salió de entre las hojas y con una asombrosa suerte cayó en mi mesa.
Ahora me encontraba asustada.
No sé en que momento Even pudo haber metido aquella nota en mi mochila; o la había puesto mientras dormía (una opción bastante perturbadora), o se le ocurrió introducir la carta cuando más temprano, yo fui al baño de damas en la escuela y dejé mis cosas cerca del lavabo.

No paraba de ver el papel que ahora yacía en mis manos. No decía nada.

—Sally, debes cerrar bien la ventana de tu cuarto por las noches. Cualquier persona podría entrar en plena madrugada. Si no fuera por tu perro Huesos, seguramente ya te habrían robado.– Dijo Even.

Ay madre santísima, ya no sabía si debía ir a las autoridades.

—Ja, es broma. No entré a tu casa por la noche pero sí tienes que cuidar tus cosas, no puedes dejar una mochila en el lavabo. Oí que Kiara es cleptómana.–Aclaró el tarado cuando vio mi mirada aturdida.

—Estúpido.–Sonreí.

—¿Bueno? ¿La vas a leer?

—No ahora.–Respondí un poco más tranquila –Tengo que leer mi libro.

—¿Crees que esa mierda es mejor que las cartas que te doy?– Ahí estaba el Even que conozco.

—Mmm...sí, bastante.–Abri mi libro otra vez intentando que la paz viviera a mí. Pero claramente no lo logré.

—¿De qué se trata?–Preguntó con las manos en los bolsillos.
Allí pude ver su bufanda muy mal cosida dada a él por parte de mi mamá hace años como regalo de cumpleaños.

—De un amor prohibido.–Puse el libro en mi cara para que viera que no quería hablar.

—Oh, aburrido. ¿Quién lo escribió?

—Nolan R.F.

—Nadie lo conoce. ¿Por dónde vas?

—Página 13.–Mi voz sonaba cada vez más cortante pero el pegó una risotada al aire.

A sally Brooks...¿Ya no le gusta Even? [ASLGE#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora