Sándwiches y papeles

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No detecté que estábamos en un cafetería y qué Dianna había ordenado dos cafés hasta que ví dos tazas rebosantes de esa bebida amarronada,
Ni si quiera me gustaba el café pero tomé un sorbo porque necesitaba algo que me trajera de vuelta a la realidad.

Ella largo una risilla que llamó mi atención.

—Eres una mezcla muy particular de tu padre y yo.–Dijo al agarrar su taza y llevarla a su boca.
No necesitaba escuchar eso la verdad.

No respondí.

—Que pasó te comieron la lengua los...–No necesitaba que termine. Sabia lo que iba decir, la tan usada frase por cualquier adulto.
Viniendo de ella me causó una sensación extraña, de incomodidad. Hipocresía.
Se manejaba como si nada hubiese sucedido, como si   nunca me hubiese dejado en la puerta de mi tío cual cigüeña.

—Creo que ya me tengo que ir a casa.– empecé.

—¿Por qué? Quédate y conversemos un rato, ¿Tienes hambre?

—No realmente...– Increíblemente mi apetito era inexistente, mi estómago se sentía pequeño, yo me sentía pequeño.
Había algo en la presencia de Dianna que me inquietaba, algo que no me dejaba relajarme.

—Traeré unos sándwiches para ambos.–Dijo levantándose rápidamente, ignorando mi respuesta anterior. Cuando giré mi cabeza, ella ya estaba en el mostrador encargando la comida.
Decidí esperar sentado, calmarme y respirar. ¿Qué podía salir mal? Era una simple charla informal entre ella y yo.
Habían tantas cosas de las que hablar, pero todas se me borraron de la cabeza y me quede en una nebulosa interna de la que no salí hasta que un hombre de traje, posiblemente un oficinista hipster que disfrutaba de tomar café a cualquier hora del día, chocó con el bolso de Dianna y sin querer este cayó al suelo. Todas sus pertenencias desparramadas en el suelo: bolígrafos, chicles, recibos, una muda de ropa pequeña, la llave de lo que parecía un cuarto de hotel y una gran carpeta de la que desprendían cientos de papeles.

—¡Lo siento tanto! no fue mi intención.– El hombre que lucía muy estresado y agotado por su día comenzó a ayudarme a juntar todo el desastre.
Ya casi habíamos guardado todo en su lugar, sólo faltaban los papeles de la ridículamente enorme carpeta verde:
Un papel, un recibo de alimentos, cuentas matemáticas varias, comprobante de pago de algún producto, otro papel totalmente arrugado, artículos de diario en lo que parecía español. Eso fue todo lo que acomodé.
Por su parte, el hombre ocupado me dio una pila pequeña de lo que él levantó del suelo.
Un anuncio de cobranza de subsidios.
Estadísticas de la empresa de Dianna.
Una foto mía.

Ahora todo cuadraba. Cada parte. Mi mamá no vino a buscarme porque se arrepintió, porque me amaba o simplemente porque me extrañaba. No.
Mi "Mamá" regresó, sí, pero solo para poder tomar mi custodia y cobrar un miserable subsidio por ser "madre soltera" y "tener" un hijo, para así poder salvar su pellejo.
Dianna se encontraba totalmente endeudada y su aparente mediocre empresa se había hundido por completo. Quería utilizarme.

Si antes me sentía pequeño, en ese momento me sentí minúsculo.

Mi cabeza daba vueltas y apenas podía reaccionar cuando Dianna volvió y con la voz mas hipócritamente dulce soltó:

—Aquí está tu sándwich, hijo.

A sally Brooks...¿Ya no le gusta Even? [ASLGE#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora