Me fui a mi casa pensando en elegir pronto una vocación ya que, estaba enterado, los poetas no viven bien. Pensé en que podría ser pediatra por dos motivos: a) tenía bastante experiencia con niños, gracias a haberme hecho cargo de mis hermanos desde pequeños; b) y los pediatras ganan buen dinero.
Esperando el ascensor me encontré con la vecina del 14 B y su bebé de meses, rollizo y simpático, estiró sus bracitos hacia mí. Yo lo alcé y él me vomitó en el hombro. Desconfíen de las vocaciones precipitadas, sé lo que les digo.
Llegué a casa justo para la cena: Sábalo (rico en omega 3, que no tengo idea qué será) cocido al vapor, agár-agár (gelatina de algas, proteína pura) y ensalada. En realidad yo valoraba el esfuerzo de mi madre, en mi casa la comida siempre fue un trámite rápido, del freezer al microondas y de ahí a la mesa. Si uno llegaba a encontrarse con un pollo en nuestra cocina, hubiese pensado que el pobre había tenido un accidente.
Mi padre, dichoso, comió un bife de chorizo, muy jugoso, desde mi humilde punto de vista sólo le faltaba mugir.
-¿Por qué carne para él y no para nosotros? -pregunté, casi tímido.
-Porque por ustedes aún puedo hacer algo. Él -señalando a su esposo-, es un caso perdido. Es importante que ustedes, desde chicos, aprendan a llevar una dieta sana y equilibrada, que sepan, por ejemplo, que los carbohidratos contenidos en las fibras, forman algo así como un escudo frente al cáncer...
-Ma, te pregunté por qué no podía comer carne, no por una clase de bioquímica.
-Típico, llevan en los genes la cultura machista. No pueden tolerar que una mujer les enseñe cosas.
Se levantó de la mesa y se fue. Josefina, a la que cualquier excusa le viene bien para no comer, la siguió y nos gritó: ¡Machistas!
Mi padre, casi con ternura, me dio un trozo de su bife sangrante. La mezcla de este con el sábalo y el agár-agár, era realmente nauseabunda.
Mi padre lavó la vajilla (fue su arreglo para conseguir carne), sólo rompió dos platos.
Después, mientras bebía un té verde (ya no recuerdo qué componentes dañinos para la salud contiene el té normal), mi madre se sentó a discutir con mi padre, que bebía su tercera cerveza. Le recriminaba: a) no haberla defendido del ataque de su hijo (un servidor); y b) haber destrozado los platos adrede y haberlos lavado mal. Un poco de paciencia, madre, el señor se está esforzando, es cierto que la vajilla no relucía como otras veces, pero por ser la primera vez que lo hacía y, conociendo a mi padre, se merecía un poco más de reconocimiento.
Me refugié en una enciclopedia, buscando enriquecer mi vocabulario. Me enteré de cosas apasionantes, por ejemplo, que la berlinga es la pértiga de madera verde que se usa para remover la masa fundida en los hornos metalúrgicos (aún no llegué a la p, así que no sé qué es pértiga). O que al envenenamiento con belladona se lo combate con el yoduro de potasio. ¿Apasionante, verdad?
El día había sido agotador y enriquecedor, me acosté extenuado. A la media hora me levanté para vomitar la cena.
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NUNCA SERÉ UN SUPERHÉROE (Antonio Santa Ana)
Teen FictionÉsta es la historia de un niño que ha comenzado a hacerse hombre, mirando la vida desde la perspectiva de sus experiencias personales más profundas.