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A la salida del colegio la llamé (¡¡Julia!!), se volvió y me miró fijo, su blonda cabellera describió un arco en el aire, un escalofrío me recorrió de la cabeza a los pies, corrí, creo que en cámara lenta, a su encuentro. En mi cabeza sonaban violines. A punto de alcanzarla una mano me detuvo en el aire. Era Rambo.
  -¿Te está molestando este, Julia?
  -¡Ay! Juani, dejálo, es un compañero -dijo ella, la dueña de mis desvelos-. Tomá -me dijo-, llámame mañana a las cuatro.
  Dio media vuelta y se fue, con Juani-Rambo, rumbo a la moto. Me quedé parado viéndola(los) irse. Me había dado su tarjeta personal. ¡Su tarjeta personal! ¡Cuanta elegancia! Yo no conocía a nadie que tuviera tarjetas personales. La olí.
  Olía a cartón.

NUNCA SERÉ UN SUPERHÉROE (Antonio Santa Ana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora