-Este va a ser un trabajo que van a tener que hacer en sus casas y en parejas, pero a las parejas las decido yo -dijo Gálvez, el profe de Sociales. Nos caía bastante bien ya que no parecía ser de esos profesores que piensan que su asignatura es lo único que existe en la galaxia, y que si uno no estudia o no entiende, o las dos cosas, lo toman como algo personal.
No, definitivamente, no era de esos.
Empezó a caminar por el salón de clase formando las parejas, a Castaño le tocó Sanctis, y lanzó un bufido de fastidio. A Riera le tocó Averbuj, y todos vimos como Débora, sin moverse de su asiento saltaba de alegría. A Grezzi le tocó Bonta, y no sabíamos qué esperar de la mezcla, si un ecologista con un humor atroz o un comediante malo ecologista. Que aunque parezcan la misma cosa no lo son. Gálvez continuaba caminando de un lado a otro hasta que dijo:
-Álvarez, tiene que trabajar con Alfonso.
En ese instante todo lo demás desapareció. El aula comenzó a dar vueltas, sentí que me quemaban las orejas y las piernas me temblaban. Castaño, el sagaz, me dio un codazo y me guiñó un ojo. ¿Sospecharía algo Castaño? Mi amor, que yo creía el secreto mejor guardado del mundo, guardado bajo siete llaves en un cofre y enviado al espacio exterior a bordo del Voyager, ¿no lo sería? No me importó.
Tenía que hacer un trabajo con Julia. Oh, mi Julia. Con ella. Julia eres tan bella como un amanecer, el mar y el campo, y miles de cosas más, con o sin lluvia. Estudiaremos juntos. En tu casa o en la mía, no importa. Yo estudiaré por los dos, oh, mi Julia. Te enseñaré todo, mientras me conoces mejor, te miraré esos ojos color miel y tu mirarás mi mejor sonrisa, la media que me marca un hoyuelo en la mejilla derecha. Te tomaré de la mano suavemente. Y tu, también a mí, me explicarás tantas cosas. Calamaro cantó: Para mi no existe un lugar mejor que aquí solamente los dos, engánchate conmigo. Y tú lo harás, mi bella Julia. Sí.
No salí al recreo, no me pude parar ya que las piernas no me respondían. Vi entrar al profesor Schneider y no me preocupó. Tampoco la clase de "ecología doméstica" que especialmente habían preparado Bonta y García para nosotros, los depredadores de la vida, la fauna y los recursos naturales. Pensé en esos momentos que mi madre se sentiría orgullosa de tenerlos como hijos, con sus inscripciones bordadas: "¿A usted le interesa una piel de zorro? Al zorro también" o "Tenemos una sola casa. ¡Cuidémosla!" (sobre un dibujo del planeta). ¡Por Dios, dónde compran su ropa estos muchachos!
Debo reconocer que, a pesar de no importarme su clase, los trabajos de Bonta y García tenían subyugado a Schneider y a su incipiente calvicie. Además, le ahorraban el trabajo de preparar la clase, ya que la daban ellos. Y se esforzaban, hay que aceptarlo. Pero yo me imaginaba caminando en los atardeceres de la mano de mi Julia, susurrándole bellas palabras al oído, para que ella riera y su rubia cabellera describiera arcos en el aire. Poco me interesaba en esos momentos que un grifo abierto gasta entre once y diecinueve litros de agua por minuto, entonces si para afeitarse (yo no lo hago) se llena el lavamanos se ahorran cincuenta y cinco litros. O que al abrirse la puerta del horno encendido se pierden entre quince y veinticinco grados de temperatura, y que recuperar ese calor demanda más energía. Lo siento muchachos, buen intento. No me interesa la ecología. En estos momentos sólo me interesa caminar (aun bajo la lluvia ácida) de la mano de mi Julia.
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NUNCA SERÉ UN SUPERHÉROE (Antonio Santa Ana)
Novela JuvenilÉsta es la historia de un niño que ha comenzado a hacerse hombre, mirando la vida desde la perspectiva de sus experiencias personales más profundas.