Capítulo 36

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Según el médico, mi desmayo se debía a una baja de presión debido al estrés. También había aconsejado que no me mantuviera bajo demasiado estrés, porque eso podría afectar al bebé y provocar múltiples complicaciones.

En conclusión, era como un maldito diente de león, con un solo soplido podría desintegrarme.

Todo esto era culpa de esa mujer, pero no iba a permitir que por su maldita actitud pusiera en peligro a mi bebé. Mi bebé sería sano y fuerte y nadie iba a impedir que eso ocurriera. Si ella intentaba arruinarlo, me encargaría de hacer de su vida un infierno.

Al parecer, no estaba tan sola como yo creía, porque cuando Ian hablaba de visitas, se refería a más de la mitad de su familia. Todos con regalos para mí y el bebé.

Todos ingresaron en la habitación como una estampida y la primera en acercarse fue la abuela de Ian, Anabelle.

―Te dije que estabas muy flaca ―comentó con su voz rasposa y el ceño fruncido. Luego se giró en dirección a Ian y le dio un golpe en las piernas con su bastón― ¡Me dijiste que ibas a cuidarla y alimentarla, jovencito! Un hombre debe hacer honor a su palabra.

―Abuela ―se quejó él rodando los ojos― la cuido con mi vida.

―¡No me ruedes los ojos, Ian! ―lo regañó― Ahora, Savannah, hija, ¿Dónde estás?

―Aquí, abu ―levantó la mano la aludida para hacerse notar. Ella estaba a un lado de la puerta, apoyada en esta con una sonrisa y una ceja alzada. Cuando se fijó en que la estaba mirando, giño un ojo en mi dirección acompañada de un asentimiento.

―Hija, hazme un favor y encárgate de la zorra de Miranda ―pidió ella con voz dura― enséñale quien manda aquí y que no puede meterse con los nuestros.

―¡Mamá, por dios! ―exclamó Laura, dando un paso al frente y tomando a su madre de los hombros para callarla― Cariño, siento mucho lo ocurrido, y también siento la impertinencia de mi madre ―se disculpó fulminando con la mirada a Anabelle, quien ni se inmuto y se deshizo del agarre de su hija para avanzar un paso en mi dirección.

―Me alegro de que el chiquillo y tu estén bien, solo procura darle su merecido a la zorra cuando la vuelvas a ver.

―¡Mamá! ―volvió a quejarse Laura acongojada.

Me causaba mucha gracia el descaro de Anabelle al hablar, porque es algo que no esperas de una mujer de ochenta años, al contrario, esperas una mujer delicada, bastante adorable y achuchable, con una debilidad por los tejidos.

Pero ella rompía con todos los esquemas que había en mi mente.

―No se preocupen, estoy bien ―hablé para aliviar a Laura― y señora ―dije en dirección a Anabelle― no se preocupe, mi amiga se encargó de darle lo que se merece.

La abuela dibujó una sonrisa complacida en el rostro y se giró en dirección a su nieta farfullando algo sobre conocer a esa chiquilla, refiriéndose a Lily.

Luego fue el turno de Savannah, quien se acercó a mí con su característica sonrisa.

―Al parecer eres más dura de lo que pareces ―comentó guiñándome un ojo― prometo que en cuanto tenga en frente a esa maldita escoria, voy a hacerla tragar cada una de sus palabras.

―No es necesario, Savannah.

―No, pero me complace hacerle daño ―se encogió de hombros antes de dar una caricia a mi abdomen y extender su sonrisa.

Luego todos los familiares de Ian pasaron uno por uno para mostrarme su felicidad y darme múltiples regalos desde peluches adorables, hasta deliciosas cajas de chocolates que Ian se encargó de quitar de mi vista antes de que me las tragara.

My Complement. MADLY IN LOVE #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora