XIV. Conejitos

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Hace un año atrás, cuando estaba en mi colegio en california, nos hicieron leer un cuento sobre un tipo que vomitaba conejos. Si, conejos o conejitos, como decía él.

Durante el cuento relata tortuosamente como tiene que vivir y esconder los conejos, porque se fue a vivir al departamento de una amiga que se fue de viaje a París.

En fin, el cuento termina con el hombre relatando, al final de la carta (que resulta ser el cuento) que había vomitado 10 conejos y hasta ahí todo bien, pero luego vomita otro y todo se va al demonio. El tipo termina suicidandose, porque es la única manera de acabar con los conejos o al menos eso da a entender, cuando termina el cuento.

Recuerdo que ese año busque el análisis en internet, porque me importaba una real mierda la nota. Extrañamente ningún análisis me dejo conforme, entonces hice el mío. Los conejos eran los problemas y el tipo se estaba llenando de conejos, hasta que se mató. Saque un sobresaliente, aunque no viene al caso.

Me siento como el protagonista de ese cuento...

Siento que cada vez vomito más y más conejitos y no tengo un armario, como el del cuento, para meterlos dentro.

Y siento que me ahogo. Me ahogo en conejitos...

Que bonita manera de decir que nado en mierda.

El sol de la mañana se cuela por las cortinas negras de la habitación de Gerard. Lo siento respirar en mi cuello y mí ereccion matutina pulsa con fuerza. Sus brazos están fuertemente cruzados en mi cintura y siento su ereccion punzarme en el trasero.

Erecciones, erecciones...

Estoy despierto desde que me pidió prometer que ya no habían más mentiras. ¿Cómo prometer algo que no podré cumplir? ¿Cómo proteger al que más amo sin mentir?

Le dije la verdad sobre Linda y ya vemos como termino todo.

¿Cómo le digo lo de Elena?

Sin contar con que prometí no decir nada...

¿por qué la gente hace prometer cosas que uno no va a poder cumplir?

Recuerdo cuando el abuelo de Jam estaba enfermo y le hizo prometer que la llevaría al altar y que vería a los hijos de ella crecer.  Solo teníamos 14 años... y murió al mes.

Gerard se remueve a mi espalda y me apreta más a él, consiguiendo que gima por lo bajo.

Es extraño todo esto del amor. Deseo, con todas mis fuerzas protegerlo de todo, que no exista más dolor para él, pero ¿Cómo lo hago? Si algo he descubierto a lo largo de mi vida, es que la felicidad es efímera y sumamente pasajera, que está más llena de infelicidades que de su contraria... que al final siempre terminamos sufriendo.

No quiero que Gee sufra jamás nunca de nuevo, pero supongo que eso no está en mis manos... de igual forma le diré todo. Lo siento Elena, pero amo tanto a tu nieto que no puedo tener con él ningún secreto.
Aunque esto signifique romper promesas.

- Hola bebé- la nariz de Gerard se pasea por mi cuello, haciendo cosquillas.

- Despertaste dormilón. Hola. Te amo- me giroy beso su frente.

- ¿y eso?- su sonrisa es maravillosa. Jamás cambiaría por nada el despertar en sus brazos cada mañana.

- Nada- me encojo de hombros- te amo. Te amo más que ayer y menos de lo que lo haré en... 58 segundos...

Se ríe de manera melodiosa, apretándome más a él.

- ¿Desde que hora estas despierto?- se estira cuál gato en la cama- ¿por qué no me despertaste?

My personal hellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora