Nunca pensé que llegaría a este punto, donde la oscuridad no permite que ninguna luz penetre a través de ella. Tampoco creí que la vida fuera tan cruel e injusta con una persona. Me negaba a creerlo, hasta que la oscuridad tocó a mi puerta o, mejor dicho, a la de Grace.
El tiempo pareció detenerse para mi familia cuando Grace tuvo la primera recaída; fue allí cuando los doctores descubrieron las malignas células que la estaban matando poco a poco. Al principio, pensé que todo era un mal sueño que mamá, Grace y yo teníamos en común; sin embargo, fue tomando realidad y forma con el pasar de los días, semanas y años. Sin darme cuenta, me había acostumbrado a la monótona habitación de hospital como si fuera un segundo hogar.
No fue hasta ese entonces, entre cada minuto de agonía e incertidumbre, que descubrí en lo que realmente me había convertido; una persona rota. Fue esa noche donde nació el sueño de tener el perfecto final feliz, tal como ese cuento de hadas que solía leerle a mi hermana cada noche; con el príncipe hecho a la medida y el amor absoluto del reino. No obstante, era un deseo egoísta de alcanzar. Grace batallaba contra el mal que robaba su aliento, por lo que tenía que estar con ella en todo momento; y a pesar de sus terribles insistencias de ir en busca de mi final feliz, sabía que no era lo correcto.
Hasta que un día, todo cambió.
En un abrir y cerrar de ojos, las células malignas cedieron el más profundo deseo de Grace, y fueron despareciendo con el tratamiento. En menos de seis meses, Grace había vuelto a ser la misma curiosa y vivaracha chica que abrazaba la vida en todo instante. Fue casi un milagro volver a ver una sonrisa colgando en su rostro, alejando de ella la terrible palidez que se había apoderado de ella con el pasar de los años.
No podía estar más complacida; tenía a la única leal doncella de mi cuento de vuelta, y dispuesta a quedarse por mucho más tiempo. Mamá y la abuela no cabían de la felicidad y el gozo. En menos de lo que esperaba, todo había vuelto a la normalidad para nosotras. Sin embargo, sabía que, muy dentro de mí, todavía habían pedazos faltantes que hacían sentirme más rota de lo que realmente estaba; era como un juego de ajedrez sin sus piezas completas. Supe, en ese momento, que necesitaba completar mi cuento de hadas para ser completamente feliz.
Irónico, ¿no? La felicidad es nada más que granos de arenas resbalándose entre los dedos; algo superficial capaz de volarse con tan solo el soplido del viento.
Pues, es una lástima que lo aprendí muy tarde.
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Anhelo
Teen FictionAnhelo por su hermana la hizo amarla hasta el último aliento. Anhelo por su sueño le dio coraje para pararse en un escenario. Anhelo por su príncipe azul la hizo ofuscar la mentira en la que estaba viviendo. Anhelo por su final feliz la hizo caer en...