Capítulo Diez

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Gretchel tomó un respiro como si nunca antes hubiese estado expuesta a tanto aire puro; Owen cerró la puerta detrás de sí e hizo lo mismo que ella. Estando en la azotea, un piso más arriba de donde era la fiesta de Blue Récords, ambos tenían vista periférica a toda la ciudad.

Se apoyó de la barandilla y se inclinó para descifrar sus alrededores de entre la oscuridad; casas y edificios eran iluminados por distintas luces a lo largo de la ciudad; frente a ella se erguía la montaña con el famoso cartel de Hollywood, siendo iluminado por grandes reflectores; sobre su cabeza, la luna resplandecía en su toda su gloria de entre el infinito manto estrellado en el que se encontraba. Los Ángeles lucía más hermoso desde esa altura.

A su lado, Owen silbó y soltó un alarido desde lo más profundo de su garganta. Era más de gozo y adrenalina que otra cosa. Gretchel estalló en un ataque de risas que no parecía tener fin alguno.

—¡Estoy en la cima del mundo! —volvió a gritar.

—No, no lo estás —aseguró Gretchel entre risas.

Owen la observó desafiante por entre la maraña de cabello en sus ojos.  Luego, bebió el fondo de su trago y  lanzó el vaso lo más lejos que pudo. Gretchel no pudo visualizar la caída debido a la densa oscuridad, pero el crujir del plástico contra el pavimento cortó el vasto silencio.

》¿Qué haces?

—Estoy en la cima y puedo hacer lo que quiera.

Sus ojos grisáceos sostuvieron su mirada, y una sonrisa juguetona creció en sus labios.

》Haz lo mismo —le ordenó entre hipos.

—Ya cumplí un reto —Se cruzó de brazos—; No pienso hacer otro.

Debido a que ambos no eran amantes de las fiestas, Owen le había sugerido horas atrás llevar a cabo cierta serie de retos como distracción. El último reto que Owen le había puesto a Gretchel fue que juntos subieran al techo del edificio, cosa que estaba restringida para cierto personal.

Owen permaneció en silencio por unos segundos. Su mirada estaba perdida en el rostro de Gretchel, sobre todo en el verdor de sus ojos. Acercó su rostro hasta que sus narices rozasen y le habló:

—Es una orden —soltó tan lenta y seductoramente que hizo arder el pecho de Gretchel—. Soy el dueño del mundo y estoy en la cima de ello, ¿recuerdas?

Gretchel quería reír, pero la carcajada no terminaba de salir del fondo de su estómago. Contuvo la respiración, temerosa de que el momento se esfumara en el aire; habían permanecido de tal forma en el club, ambos muy por fuera de sus sentidos y la realidad. Esta vez, Gretchel quería tener alguna memoria de ello.

Para ese entonces, Gretchel se desconocía a sí misma; el desafío palpante en su mirada y la sonrisa juguetona en su rostro no le eran familiar en lo absoluto. Bebió lo que restaba de su trago y lo agitó, vacío, frente a él. Un grito de adrenalina escapó de sus labios al lanzarlo, igual que Owen, en la densidad de las sombras.

》Una vez más, me has sorprendido —habló Owen con una cálida sonrisa.

Owen reparaba en ella de una manera que nunca había hecho, con sus brillantes irises grisáceas de un tono más oscuro. Deseo, diría Gretchel, pero a ese punto no podía estar segura; no cuando la realidad y ficción se veían comprometidas en el mismo plano bajo la influencia del alcohol.

Al dejar su mirada perderse entre la ciudadela a oscuras, su hermana vino a su mente. Sin duda alguna, a Grace le gustaría estar en este mismo techo admirando el paisaje; tal vez, jugarían el tonto juego que inventaron de niñas que incluía darse pellizcos la una a la otra; Grace hablaría por horas sobre el cotilleo más reciente, y Gretchel estaría allí, escuchándola como siempre había y seguiría haciendo.

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