Epílogo

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Si antes Gretchel se sentía viva, pues ahora estaba lejos de estarlo; sólo la ferviente esperanza en ella era lo único que la movía cada día y la motivaba a seguir. Ver una espléndida sonrisa dibujada en el rostro de su hermana, pese a toda clase de dolor que podía estar abarrotando su cuerpo en el momento, la impulsaba a seguir creyendo que pronto aquella pesadilla llegaría a su fin. Grace iba a estar bien al final del camino.

Los resultados de sus pruebas habían llegado el día anterior, y el temor más profundo de todos se había confirmado; el cáncer estaba de vuelta. Las células linfáticas infectadas se habían concentrado en un punto diferente que la vez anterior, y se habían empezado a dispersar a lo largo de su sistema, infectando consigo otras áreas. Por supuesto que esa dispersión requería tiempo, y empeoraba con el pasar de los días pudiendo llegar a ser casi irrevertible. El doctor Robin no lo había expresado directamente, pero el cáncer de Grace no pudo haberse extendido en tan sólo tres días.

Miedo crecía desde lo más profundo de Gretchel al imaginar a su hermana mordiendo su labio hasta sangrar con tal de no soltar un alarido; imaginar a su hermana debilitándose con cada amanecer, y haber reunido las fuerzas necesarias para no levantar sospechas; o siquiera pensar en el esfuerzo que ponía en mantener su sonrisa y esconder todo su dolor cuando hablaba con ella. Grace era fuerte y valiente, pero no hubiese sido capaz de soportar por tanto tiempo.

La dispersión del cáncer cortaba la ventana de posibles tratamientos para relentizar el proceso; según el doctor Robin y uno de los expertos con los que habían hablado, no había mucho que hacer en estos casos cuando el cáncer había avanzado a grandes pasos. El único procedimiento que podía atarla a este mundo por más tiempo era el transplante de células madres.

Las probabilidades de que un paciente sobreviviera con la misma condición eran casi mínimas. Las células la ayudarían a combatir las células linfáticas infectadas sin aplacarlas por completo. Aún así, Gretchel confiaba en que Grace iba a salir tan victoriosa y triunfante como la primera vez.

En la tarde de un miércoles, Gretchel se encontraba a minutos de someterse a la primera prueba de compatibilidad de células madres con el fin de donar las que fueran necesarias para que su hermana pudiera mejorar. El riesgo a correr era que el sistema de Grace detectara la donación como una amenaza y la debilitara aún más, o que la vida de Gretchel se viera comprometida durante el proceso. De cualquier forma, la chica se había ofrecido a hacer el sacrificio por su única hermana.

Ver el rostro de Holly, bañado en temor y sosobra por ambas de sus hijas, le hacía retroceder el tiempo a seis años atrás, cuando ambas habían atravesado por el mismo infierno la primera vez; sus ojos del mismo tono que ella parecían haber envejecido en los últimos días, y su tez era de un pálido amarillo. Caminaba de un lado a otro, al tanto de cualquier intruso que se acercara a la puerta. Gretchel observaba su brazo desnudo y las venas azules que resaltaban de entre su pálida tez. Era como ver una telaraña sin fin.

-Gretch, no tienes que hacer esto... -su madre se acercó a ella al notar lo demacrado de su rostro.

-Mamá, estoy dispuesta a hacer lo imposible por Grace.

Holly reparó en la pared detrás de ella, y asintió algo aturdida; no había planeado responderle con tanta brusquedad y rudeza. Finalmente, tomó asiento junto a ella y acunó una de sus manos entre las suyas. La tensión era palpable y densa hasta el punto de ser sofocante. Sus ojos verdosos reparaban en Gretchel, como si esperara algo de su parte.

La pelirroja no pudo evitar revivir aquellas memorias perdidas en donde todo había sido tan diferente a ese entonces, donde las tres habitaban en Texas y eran las más felices pese a la ausencia de su padre. Su madre solía decir que eran tres mosqueteras dispuestas a luchar hasta el fin de los tiempo con tal de cubrirse la una a la otra. Sentada en la habitación de colores claros y fríos, la joven se preguntaba por el paradero de esas mosqueteras, y si aún seguían habitando en cada una o se habían desvanecido con el tiempo.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora