Capítulo Ocho

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—Es todo por hoy —Se escuchó la voz de su representante dentro de los parlantes de la cabina.

Owen soltó el aire que parecía haber estado conteniendo durante toda la grabación, y con él, la presión que yacía sobre sus hombros.

Acababan de terminar de grabar la nueva versión de su sencillo Drown con la voz de Gretchel. Pese a haberla estado practicando el último par de semanas, el proceso no fue tan fácil como esperaba; Marvin era un juez crítico con un característico gusto y estilo. Por ello, tuvieron que repetir ciertos versos una y otra vez hasta que quedaran al punto perfecto complaciente para su representante.

Una vez que la puerta de la cabina fue abierta, Theo, Owen y Gretchel salieron al estudio en sí, donde el técnico de sonido y dos asistentes los esperaban. Marvin había abandonado la sala para atender una de sus tantas llamadas importantes.

—Las últimas notas fueron increíbles, Gretchel —alagó el técnico sin reparar en ella. Estaba más concentrado en la pantalla frente suyo—; Veré si puedo agudizarlos para definirlos un poco más.

Gretchel llegó a su lado y tomó asiento en una de los taburetes vacíos. Sus ojos seguían con detenimiento cada click y nueva ventana que el técnico abría y cerraba. Se veía asombrada por la facilidad que el hombre dominaba los controles.

Por otro lado, Theo se había acercado a la pequeña refrigeradora en una esquina, y sacó de allí dos botellas de agua. Para su sorpresa, Theo volvió al lado de Owen y le tendió una.

—Fue tu madre, ¿cierto? —inquirió Owen de manera que solo él pudiera escuchar.

Theo abrió y cerró sus labios, como si se debatiera entre si debía refutar al respecto o no. Luego, frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Odio que me conozcas tan bien —musitó.

—No por algo te he soportado casi dos años.

Owen se encogió de hombros y bebió un largo trago de su botella.

Por más que Theo quisiera hacerse el misterioso e incógnito, para Owen le era muy fácil leer sus emociones; la única forma en la que podía salirse de sus casillas por completo era si su madre estaba involucrada.

—¿Quieres hablar de ello?

Theo posó su mirada en él, sus irises tornándose de un tono más oscuro por lo amarillenta de la luz sobre él. Permaneció unos segundos así, dejando que el silencio los envolviera de la forma que quisiera, y prosiguió a negar ligeramente. Owen no lo culpaba; había pasado por la misma clase de circunstancias donde solo quería ahogarse en su propio vaso de agua.

Theo se alejó sin decir más nada, y tomó asiento en uno de los sillones colocados al otro lado del estudio. Cerca de Owen estaban los dos asistentes que siempre permanecían al lado de Zhu, sólo que ese día andaban por su cuenta. No dudó en acercarse y preguntar al respecto:

—¿Han visto a Zhu?

El mayor de ellos dio una rápida mirada al panel de controles, donde Gretchel y el técnico trabajaban en la nueva canción. Terminó intercambiando miradas con su compañero, debatiéndose entre soltar la verdad o no.

—No se ha aparecido en días —susurró el menor.

Owen frunció el ceño, claramente confundido. Zhu no era del tipo que faltaba al trabajo cuando quería; era fiel a su labor pese a ser el multimillonario productor más aclamado por el mundo de la música. No era difícil inferir la inconsistencia en la situación.

—¿Cuándo fue la última vez que lo vieron?

—Hace cinco días —replicó el mayor.

Exactamente cinco días atrás, Owen, Gretchel y Theo habían ido a cenar con él a uno de sus restaurantes favoritos. Esa noche, Zhu parecía estar con sus usuales ropas de diseñador y actitud de activista millonario. Owen hubiese notado alguna peculiaridad en él, si hubiese sido el caso.

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