Capítulo 9.

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Vengo de la cita con Alan

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Vengo de la cita con Alan.

Simplemente, fue magnífico.

Me trató como una princesa, fue caballeroso. Por un momento en mi vida me sentí a gusto y contenta.

Fuimos al cine, él me dijo que yo eligiera la película, ya en la película tomó mi mano. Y al final, cuando me trajo de vuelta a casa, me dio un beso en la mejilla. Él me lo quería dar en los labios pero sentí que era demasiado pronto y lo esquivé.

Creí que lo había echado a perder. Pero él, sólo sonrió y me lo dio en la mejilla.

El próximo fin de semana, tendremos otra cita.

Pese a que me siento feliz, no puedo evitar que una parte de mi me repita que me estoy equivocando, que no debería confiar en él pues ya me falló anteriormente.

Pero, las personas cambian ¿no?

Una segunda oportunidad todo el mundo la merece.

Pero como todo en esta vida, no siempre será perfecto.

Siempre habrá algo (o en este caso, alguien) que lo arruinará.

Tan solo puse un pie en casa mi padre me llenó de preguntas sobre quien era el que vino, a donde fui, etcétera, etcétera. Para finalmente llegar a decir que más me vale no salir con esas tonterías de tener novio.

No sé con que vergüenza logra tomar ese papel de padre preocupado, cuando nunca lo ha hecho.

Lo primordial para él, es tener una botella de cerveza, y listo. Eso es todo lo que le importa.

Pero, no obstante, le aseguré que tan sólo era un amigo.

Asintió con su cabeza y se marchó a su habitación. Mi madre me dijo que lo obedeciera, que no creara más problemas en la "familia".

Cómo si los problemas que aquí ocurren, fuesen por mi culpa.

Mi madre se iba a sentar conmigo, yo estaba por contarle cómo me había ido, pues pese a todo ella es mi mejor amiga.

La única amiga, realmente.

Pero fuimos interrumpidas por un grito de mi padre.

— ¡LAURA! —mamá se notó nerviosa, me dedicó una sonrisa y fue hacia donde papá.

— Hablaremos después, hija. —yo a sentí, no quería que papá se enojara con ella.

—¡QUÉ VENGAS LAURA! —Mamá se marchó.

Cuando mamá llegó a su habitación, pude escuchar que los gritos aún continuaban.

— ¡Donde chingados está mi uniforme! —no puedo, sinceramente no puedo soportar esto. Papá no era así, ¿qué pudo haber pasado para que ese hombre se formara violento?

— Y-yo la doblé, la buscaré cariño —mamá se escuchaba asustada y yo aquí, sin hacer nada. Soy una ridícula.

— Más te vale que la encuentres, por que si no, verás como te va a ir. — una ultima amenaza hacia mamá, para después salir.

Pasó por mi lado. Sin duda, esta irreconocible.

—Quitate. —me dio un empujón y salió de casa.

Yo corro con mamá, y ahí está. Llorando tendida en el piso.

Esto es una mierda.

Motivo número ocho para quitarme la vida: aún cuando encuentre mi cachito de felicidad, siempre hay algo que me impedirá serlo completamente.

CUARENTA DÍAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora