Capítulo 29.

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Josh

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Josh.

Me encuentro en shock, no logro asimilar que Andrea haya decidido irse. Mis ojos se mantienen clavados en esa carta, mis pensamientos están totalmente en blanco.

Me siento el idiota más idiota de los idiotas. Ella se fue estando yo aquí mismo y no lo noté.

Muevo mi cabello frenéticamente encotrandome desesperado, intento pensar a que lugar acudiría Andrea.

No lo sé. Maldita sea. No tengo idea ni de por donde empezar.

En un acto desesperado tomo esa nota y salgo de su casa tan rápido cómo entré. Me quedo parado en medio de la calle decidiéndome que rumbo tomar.

Volteo a mi al rededor, pero sólo se encuentra la carretera y es imposible que por ahí haya pasado y yo no me haya percatado.

Entonces, una vez más, me siento estúpido conmigo.

Regreso corriendo a su casa de nuevo y retomo el mismo rumbo de hace unos minutos para llegar a su habitación.

Me quito mi chamarra cafesosa y la dejo sobre la silla de escritorio. No creo que sea bueno saltar una ventana con un saco tan grande como el mío. Compruebo una vez más tener la nota en mi bolsillo del pantalón y me acerco a la ventana dispuesto a saltar.

Pero, estaba realmente alto, y las alturas no era algo que a mi me gustara realmente. Pero tendré que apartar ese temor si quiero encontrarla.

No entiendo como es que Andrea pudo brincar así, sin más. Hasta que noté un árbol bastante alto muy cerca de la ventana.

Santa mierda. Lo que uno hace por encontrar a su amada.

Indeciso y con temor, salgo de la habitación y me coloco fuera de la ventana. Gracias a un soporte se me es fácil mantenerme ahí.

Con cuidado estiro mi pierna tratando de tocar el árbol, y lo logro, pero aún así todavía faltaba el otro pie, así que sin pensarlo mucho y sin mirar abajo, doy un brinco y logro tocar ese árbol.

Pero sólo lo toqué, ya que caí al suelo.

Por un momento creí desmayarme pero me negué rotundamente. El aire me faltaba y mi espalda dolía, sentía que no podía ni hablar y las ganas de llorar eran inmensas. Pero me contuve, tomé fuerzas de quien sabe donde y a gatas logre llegar a ese maldito árbol para por lo menos tener algo en que levantarme.

Con mi estupidez sólo pierdo tiempo. Pero me siento tan nervioso y tan desesperado.

Enojado pateo esa estúpida planta. Mala idea. Sólo hizo que me lastimara más. Limpie el polvo y visualice unos raspones en codos y quizá mis rodillas igual lo estén. Pero eso no tiene importancia ahora.

Observo un pequeño camino que lleva hacia quien sabe donde, supongo que por ahí se marchó. Así que sin dudarlo me encamino por ese monte.

Comenzaba a atardecer, y temía no encontrarla. Apresuré el paso, unos metros más adelante alcancé a ver carretera. Sin pensarlo corro.

Pero como soy Josh, y la suerte no está nunca de mi lado, esa carretera no era nada más, ¡que la maldita calle de la otra cuadra!

Doy un enorme respiro, tratando de controlar todos estos sentimientos negativos que habitan en mi ser. Sigo caminando manteniendo la compostura, pensando que camino pudo tomar esa chica, cuando un grito femenino me sobresalta.

- Josh -la chica con cabello ondulado castaño, me saluda amablemente.

- Hola Miranda -contesto apresurado -¿De casualidad no has mirado a Andrea?

- Ahora que lo dices, no. -Niega pensativa -desde que salio de la escuela no he hablado con ella, ¿por qué?

Le entrego la nota, no tenía ganas de explicar absolutamente nada. No estaba de humor.

Miranda la tomó y una mueca de sorpresa brilló en su rostro.

- No puede ser -susurró más para ella misma -debemos encontrarla ahora mismo. -Dice mirándome y con siguiente, eleva una ceja.

- ¿Qué? -pregunto harto de esa mirada que me.lanza.

- ¿Qué te paso? -dice intrigada, de seguro estoy del asco.

- Larga historia -le resto importancia -vayamos a buscarla.

Miranda asiente y nos encaminamos a quien sabe donde. Mientras ambos compartimos teorías t probabilidades de donde pudiera estar.

- ¡Lo tengo! -Miranda me sobresalta. Ella mantiene una mirada brillante.

- Dilo.

- Vayamos con su mamá. -afirma segura. La miro con negación.

- ¿A caso no viste lo de que la disculpara por no poder visitarla? -digo con obviedad.

- En efecto. Y si se marchó, es lógico que quisiera despedirse de su mamá.

Su lógica es muy probable. No podemos perder nada. Afirmo con mi cabeza y ella entiende que debemos tomar camino al hospital.

Recién entramos al hospital y todo el mundo nos mira con fastidio. Y como no hacerlo si Miranda llegó gritando el nombre de Andrea. Yo más discreto, me acerque con la señora de registro y pregunte por el nombre de la madre de Andrea. Lo se de la vez que leí su diario.

- ¿Es familiar? -me cuestiona una muy amargada mujer regordeta con cabello teñido de rojo.

- Sólo queremos saber si ha tenido visitas. -pregunto apresuradamente.

- Esa no es información que deba responder. -Contesra la mujer sin despegar su mirada del ordenador.

- Por favor. -suplico.

- Niño, si sólo vienes a eso, retirate. -Hago mala cara y me dirijo con Miranda. Ésta última ya de encontraba cansada y permanecía sentada en el suelo recargada en la pared.

- Es imposible que la tierra se la haya tragado. -murmura mientras su vista está en un punto cualquiera.

- La encontraré. -me juro a mi mismo. - Lo haré.

- ¿Ella te gusta, no es así? -pregunta curiosa, una leve sonrisa se asoma por sus labios.

- ¿Tanto se nota? -digo con la mirada baja.

Ella asiente y desparrama mi cabello, acto que hace en mi cara se forme una mueca de desagrado.

- Sigamos buscando -Miranda se levanta y yo la sigo.

Antes de pisar la puerta fuimos interrumpidos por varios enfermeros y doctores rodeando una camilla. Corrían apresurados mientras los demás nos apartabamos. Buscaba a Miranda con mis ojos, pero no la encontraba. Hasta que un grito suyo me sobresaltó.

- ¡Josh, es Andrea!

CUARENTA DÍAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora