— ¡Estás son, las mañanitas, que cantaba el rey David, hoy por ser tu cumpleaños, te las cantamos así —Es mi cumpleaños número 18 y me siento contenta. La gente que quiero rodea la mesa de mi comedor.
Josh sentado a un lado de mi madre conversando muy alegre, Miranda y Sandra tomándose fotos para subirlas a sus redes sociales. Soy feliz, ahora lo soy.
Las cosas han mejorado bastante, mi madre por fin fue dada de alta, ya la tengo de nuevo a mi lado, la he abrazado a más no poder, estos días he dormido en su recámara cómo cuando yo era pequeña y llegaba asustada en las noches a meterme en medio de mis padres. El único inconveniente es que papá, ya no se encuentra aquí.
Mamá no lo demuestra, pero he escuchado como cuando duerme llora. Se ha mantenido muy fuerte, no se ha desecho de las pertenencias de mi padre, sé que en el fondo ella aún lo ama. Pero lo más importante es amarse a si misma, y estoy realmente orgullosa de ella, porque ahora lo hace.
Por otro lado, no he juntado el valor suficiente para contarle que papá busca nuestro perdón. No sé como lo pueda tomar, temo cual sea su reacción.
Sandra no ha hablado más del tema de lo ocurrido días atrás, no sabemos porque lo dijo y respetamos su silencio, confiamos en que en su debido tiempo ella misma nos contará su historia. Sandra es una chica fuerte, nunca imaginé que ella tuviera problemas tan grandes y aún así se muestra como si su vida fuese sencilla, como si su más grande problema fuera no tener arreglado su cabello.
No cabe duda que cada persona es un universo y sabe esconder sus emociones a la perfección. Dicen por ahí, que las personas que se muestran más frívolas y ausentes, son las que más dolor guardan en su corazón.
Miranda. Ella debería ser considerada la persona con más fortaleza del grupo. Por fin decidió luchar contra su enfermedad, debería estar en cama pero hizo una excepción para venir a mi cumpleaños.
Su quimioterapia dio inicio hace apenas una semana, y como ella misma mencionó; ella fue quien cortó su cabello. Llegamos a su casa y ahí estaba, con un enorme mechón de cabello en su mano y su cara y ojos rojizos por el llanto. Al verla en ese estado tanto nosotros como su madre, se nos partió el corazón.
Sandra le quitó el mechón de sus manos y los tiró en el bote de basura, en silencio, como si planeara algo de lo que los demás no estámos enterados.
Josh, Miranda, la madre de Miranda y yo, observábamos como Sandra tomaba las tijeras y terminó de cortar el cabello de la chica con lágrimas en sus ojos y sollozos interminables.
— Miranda, dejala —ordenó Josh al ver como Miranda atónita, guardaba silencio y trataba de digerir el hecho de que su mejorar amiga deseche su cabello.
— Tranquila, ¿esto querías, no?— preguntó Sandra, sin despegar sus ojos de la cabeza de Miranda.
— S-sí. —Fue su respuesta nerviosa.
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CUARENTA DÍAS.
Short StoryTodo tiene un fin, y el mío, llegará más pronto de lo que te imaginas. Una vez me dijeron, que era de cobardes arrancarse la vida. Pero yo no creo en eso. Cada persona que dio el paso mortal, fue porque tuvo sus motivos. Yo tengo, cuarenta motivos...