Ha pasado al rededor de una semana desde que me dieron de alta. No ha habido día que no visite a mi madre. Aún no despierta, pero tengo fe en que lo hará.
Sandra y Miranda se quedaron dos días a acompañarme.
Miranda confesó lo de sus resultados. Fue horrible ver como con lágrimas en los ojos ella nos contaba por todo lo que ha tenido que pasar.
Ella se niega a recibir medicamento. Dice que no quiere pasar sus días encerrada en una habitación, observando en silencio cómo su cabello cae poco a poco. Tiene miedo de enfrentarse en una guerra en la cual ella tal vez no podrá salir victoriosa.
Me dolía y me duele mirarla en ese estado. Sus ojeras eran visibles, su palidez y su ánimo ha cambiado considerablemente.
Entre Sandra, Josh y yo, hemos estado ahí para ella. Y así será todo el tiempo.
Le dimos a entender que fuese cual sea su decisión. Nosotros la apoyaríamos. No podíamos obligarla a recibir medicamento, sabíamos lo difícil que era esto para ella, así que no queremos presionarla.
Por otro lado, Josh y yo hemos estado saliendo y todos los días me acompaña al hospital.
Nos sentamos a conversar con mi madre, pues tenemos la esperanza de que tal vez ella nos escuche. Ha sido difícil, pero poco a poco he sabido sobrellevar las cosas.
Ver ahí a mi madre, sólo me hace querer darme cachetadas. No puedo creer lo que estuve a punto de hacer. Y lo del accidente, supongo que fue una bendición. Me hizo abrir los ojos y darme cuenta. Que en realidad no quería morir.
En estos momentos, me encuentro en una cita con Josh.
¿Qué puedo decir de él? Es increíble con toda la extensión de la palabra.
No hay día que no me ría a su lado, ¿quien diría que el chico inteligente de la clase terminaría siendo en realidad la persona más divertida que conocerás?
— Pedí pizza a la Mexicana, ¿te parece bien? —Toma lugar Josh a mi lado, después de ir a ordenar nuestra comida.
— Me parece bien, solo que...
— No te gusta. —Sus ojos se abren, comienza a tocarse el cabello rápidamente —puedo cambiarla, de verdad. ¿Qué te gusta? ¿Champiñon? ¿Salami? Puedo pedir lo que quieras. —Se levanto rápido y estaba por dirigirse al mostrador, lo tomé de la mano impidiendo que se marche, tuve que controlar una risa.
— Lo que pediste me parece perfecto —Sonreí con ternura —solo te iba a preguntar que aderezo vendría.
Sus mejillas tomaron un color carmesí, a lo que yo no pude controlar el impulso de apretarlos. Y lo hice. Él me miró confundido, pero a la vez una enorme sonrisa adorno su blanquecino rostro.
— Te miras tan lindo cuando te sonrojas —Murmuré, su sonrisa se amplió más.
— Deberías verte tú. Podrías iluminar toda una calle con tus cachetes.
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CUARENTA DÍAS.
Short StoryTodo tiene un fin, y el mío, llegará más pronto de lo que te imaginas. Una vez me dijeron, que era de cobardes arrancarse la vida. Pero yo no creo en eso. Cada persona que dio el paso mortal, fue porque tuvo sus motivos. Yo tengo, cuarenta motivos...