No puede ser.
No puede malditamente ser.Mi libreta, en la cuál anoto cada motivo y cada día hasta llegar a cumplir los cuarenta, la he extraviado.
Pero eso es imposible, yo recuerdo perfectamente haberla dejado en mi butaca. Es más, podría jurar que ahí la coloqué .
Alguien debió haberla tomado. Pero, ¿quién?
Me siento nerviosa, demasiado, si alguien lee lo que tengo escrito, se burlaran de mi, más de lo normal.
- ¿Te encuentras bien? - Alan se acerca a donde estoy. Al principio no entendí porque lo preguntaba, hasta que caí en cuenta que mis piernas no dejaban de moverse.
- Si, ¿por qué no debería estarlo? -contesto rápidamente, cuando estoy nerviosa, es imposible ocultarlo. Mi voz y mis movimientos me delatan.
- Bueno, no dejas de morder tus uñas, y tu pierna de tanto que la mueves, pareciera que está a punto de zafarse. -dice mientras da una rápida mirada hacia mi pierna y enarca su ceja. Probablemente piensa que soy una paranoica o yo que sé.
- No es nada, de verdad. -sonrío, para darle a entender que estoy bien. Olvido por un momento mi libreta, no puedo creer aún que esté hablando con él.
- Bueno, como sea. -levanta sus hombros demostrando interés. Gira sobre sus zapatos dispuesto a marcharse.
- ¿No almorzarás conmigo? -suelto sin pensar, debería estar conmigo, ¿no? Se supone, que estamos saliendo o por lo menos "quedando".
- No, lo lamento, -su respuesta me decepciona -el sábado nos vemos en el cine.
- ¿Pasarás por mi? -pregunto y entiendo que lo estoy comenzando a fastidiar. Su mirada lo demuestra.
- Andrea, tengo que ir con mis amigos -me responde con cansancio - creo que estás lo suficientemente mayor para llegar sola, dudo que te pierdas.
-Y-yo -me quedo sin habla, no es así como imaginé que sería salir con él -esta bien, nos vemos el sábado. -Finjo una sonrisa, aun que por dentro, quiera gritar.
- Nos vemos. -se va, con sus manos hundidas en los bolsillos de su pantalón. Lo miro marcharse, y puedo ver como se une con sus amigos.
Me marchó al salón. Quiero llorar, y si lo hago no quiero que me vean. Me siento enfadada de que me traten como si no valiera nada.
Llego a mi asiento, unas cuantas lágrimas ya tentaban mis mejillas. Pero, al sentarme no podía creer lo que miré.
Mi libreta estaba ahí y se notaba intacta.
La abro con frenesí, rogando no tener nada escrito por terceros.
Se encontraba limpia. No había nada. La tomo, dispuesta a guardarlo y suspiro de alivio al tenerla en mis manos de nuevo.
Mi calma se derrumba, cuando noto como un papel doblado se deja ver entre las hojas de mi libreta.
Lo que decía esa nota, me dejó sin voz.
¿Por qué no mejor, en vez de encontrar cuarenta motivos para morir... No los buscas para vivir?
ESTÁS LEYENDO
CUARENTA DÍAS.
Short StoryTodo tiene un fin, y el mío, llegará más pronto de lo que te imaginas. Una vez me dijeron, que era de cobardes arrancarse la vida. Pero yo no creo en eso. Cada persona que dio el paso mortal, fue porque tuvo sus motivos. Yo tengo, cuarenta motivos...