Abandoné el hospital y tomé camino hacia mi casa.
Todo lo tenía planeado, desde antes de comenzar mi especie de diario me encargué de conseguir lo necesario para cuando el momento llegara.
Sólo necesitaba coger los distintos frascos de pastillas con colores diversos, tomarlos y todo esto terminará.
Tomaré una mochila, liaré algo de ropa y me marcharé a cualquier lugar en donde nadie me encuentre. Ya en el momento, voy a ingerir esas pastillas y curaré mi dolor.
Me encamino a casa con pasos temblorosos y pisadas indecisas, a sabiendas de lo que me espera. Instinto de supervivencia podría llamarse. Sin embargo sólo falta recapitular lo sucedido en mi vida durante éstos días, semanas y meses. En pocas palabras, sólo necesito aludir toda mi existencia para volverme segura de nuevo del paso que daré.
Sin darme cuenta me encuentro ya a unos pasos de llegar a mi destino. Acelero mi caminata, quiero entrar a mi casa cuanto antes. Pero una vez que me encuentro frente a ella, me di cuenta que no podré.
Y la razón era porque una persona con flores en mano obstruía mi camino.
— ¿Qué haces aquí, Josh? —exclamé en voz alta, acto que hizo que él chico sentado en la banqueta de mi casa diera un pequeño salto. Probablemente no notó cuando me acercaba, ya que mantenía su cabeza hacia el piso, pensando en algo tal vez.
— Y-yo, lo siento si soy inoportuno —hablaba con voz nerviosa, todo en él delataba nerviosismo. —me enteré de lo sucedido con tu madre, en verdad lo lamento —hizo el afán de querer acercarse a mi, pero bastó con poner mi mano frente a mi, indicándolo que retrocediera.
No debo debilitar me, no de nuevo.
Debo dejar de creer que mágicamente mi vida dará un giro para bien y que yo seré feliz, porque ahora sé, que sólo es una mentira más.
— ¿No deberías estar en la escuela? —cambié el tema.
— Debería, pero tengo mejores cosas que hacer. — susurró.
— ¿Como qué? —pregunté deseando que me dejara en paz y se fuera a hacer lo que sea que fuera más importante.
— Tú.
Al escuchar esas palabras, algo dentro de mí me causo estremecimiento, mi corazón palpitó rápidamente, hubo unos segundos de silencio incomodo, hasta que Josh,con sus mejillas rosadas carraspeo en un intento de querer llamar mi atención.
— Traje esto para ti. —extendió su mano hacia mi, unas rosas envueltas en tela de encaje blanco, temerosa las tomé.
— Gracias —susurré nerviosa.
— ¿Puedo pasar? —dijo en tono bajo mirando hacia la puerta.
Dudaba entre hacerlo o no. Y la verdad es que no quiero que entre. Quiero estar sola, quiero cumplir mi único propósito, así que con voz dura y a sabiendas de que quizá consiga odio de su parte hacia mi, me negué.
— No, vete Josh —regresé ese lindo ramo que quizá a él le costó conseguir y no hablando económicamente; sé que sus intenciones fueron buenas.
Sus ojos me miraban con confusión, pero al instante su mirada dio paso a una de indiferencia, la misma mirada que Josh tenía desde antes de siquiera saludarnos.
—No dejaré que cometas una tontería —afirmó con voz potente, su rostro estaba ausente de movimientos faciales. —Así que entremos a tú casa, nos sentaremos en el sofá, te rodearé con mis brazos mientras tú cabeza descansa en mi pecho. No pienso dejar que te atormentes con tus pensamientos. Vas a llorar lo que tengas que llorar, y si quieres hablar o sólo estar hundida en tu mente, no importa, ¿sabes por qué? Porque yo estaré ahí contigo, y si vas a llorar, ya no lo harás sola. No tienes que hacer absolutamente nada en soledad, porque yo estoy contigo.
Hubo un momento de silencio. Yo tratando de digerir cada palabra que mencionó.
Él tratando de controlar su actitud firme y el colorado de sus mejillas.Unos segundos en los qué por un momento, me sentí segura, pero confiar en sus palabras, me era difícil.
Él jamás me ha tratado mal, todo lo contrario.
Y es ese hecho, el que hace que acercarme a él me de temor.
Porque temo perderlo. Me da miedo tomarle cariño, más del que ya le tengo, y que de pronto un día despierte y se dé cuenta que tan sólo ha perdido tiempo conmigo. Tiempo que él ya no recuperara jamás, porque está comprobado, que pasar momentos conmigo es una pérdida de horas sin dudar.
Yo no puedo brindar el mismo cariño que él me regala, porque una persona que no se ama a si misma, es imposible que ame a alguien más.
Y ahí se encuentra el meollo del asunto: Yo no me amo.
Y sobre todo, tengo miedo que el se dé cuenta, que estar conmigo no vale la pena y me deje como todo el mundo lo ha hecho.Lo miro a los ojos, esas pupilas color miel, que si les prestas más atención, podrás encontrar destellos verdosos. Esa mirada propia de él, es lo único bueno que me ha.pasado.
Me acerco hacia él, noto cómo se siente desorbitado. Hago algo de lo que estoy segura más tarde me arrepentiré, pero si quiero marcharme y recordar un sólo momento, quiero que sea éste.
Me acerco a su rostro, lo observo mucho mas a detalle ya que nuestras narices están a nada de chocar, sus labios entre abiertos me hacen sentir en las nubes, y es porque son simplemente perfectos. Su mirada baja de mis ojos a mis labios y se que piensa lo mismo que yo.
Así que sin más espera, acaricio su nariz con la mía y pego mis labios con los de él en estos momentos, nos estamos besando. Y esa sensación es el cielo.
Sus ojos se cierran al igual que los mios. Sus labios se mueven sobre los mios dulcemente, son suaves y tímidos, se entre abren y puedo sentir más su boca: es el mejor beso, y lo es porque es con él.
Nos separamos y ambos estamos nerviosos, mil emociones siento en éste momento, y se que a él también le pasa, el brillo en sus ojos lo delatan.
Me separo y pongo los pies sobre la tierra. No sé que fue lo que dijo. Pues sin dudarlo, corrí hacia mi casa y me encerré. Me tiro en el piso a espaldas de la puerta, sin pensarlo coloco mi mano en mi boca, deseando no haberme separado de Josh. Deseando que la historia fuera diferente, pero eso no sucederá.
Te extrañaré, Josh.
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CUARENTA DÍAS.
NouvellesTodo tiene un fin, y el mío, llegará más pronto de lo que te imaginas. Una vez me dijeron, que era de cobardes arrancarse la vida. Pero yo no creo en eso. Cada persona que dio el paso mortal, fue porque tuvo sus motivos. Yo tengo, cuarenta motivos...