Capítulo 26.

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Desde el día de ayer que me dieron el aviso de que mi madre está hospitalizada, no me he movido del hospital.

Necesito saber cómo está, quiero verla de nuevo, sonriendo, cantando, haciendo lo que ama. Si nos hubiéramos largado lejos de ese señor mi madre no estuviera en coma, todo sería tan diferente...

Aún no están del todo seguros que mi padre haya sido el causante de ésta desgracia. Según sus informes, recibieron una llamada de una vecina de la colonia, dicha persona escuchaba gritos, cuando llamó a los oficiales, sólo encontraron a mi madre tirada en el piso, había vidrios rotos y un bat de béisbol en el suelo a su lado.

Ese es el bat de mi padre.

El resultado de ese ataque fueron costillas rotas, fracturas en diversas partes del cuerpo, y el golpe final que término en su cabeza; esto ocasionó que ella perdiera la conciencia, y lo peor de todo, es que no se sabe si ella algún día despierte.

Todo lo que siento en este momento es odio contra mi padre, contra mi misma, contra mi madre.

Estoy enojada con la vida, furiosa sería un mejor adjetivo para describir lo que siento. Decepcionada también lo seria.

Si yo no hubiera sido tan cobarde y hubiera denunciado, si mi madre hubiera sido valiente y nos hubiéramos largado lejos de esa bestia, ahora mismo la historia sería distinta.

Pero, eso es imposible, el hubiera no existe, sólo existe el presente. Y que mierda de presente es la que estoy viviendo.

Justo a esto me refería cuando me negaba a abandonar mi libreta.

Sabía que me arrepentiría, que la vida como siempre se encargaría de darme la espalda.

Estoy harta. Jodidamente harta de todo.

Por más que me aferre a esta clase de vida, por más que mantenga mi esperanza a flote, siempre hallará el modo de restregarme en la cara que no merezco vivir. No merezco respirar éste inútil aire.

No puedo más, intenté luchar, pero he perdido la batalla. O quizá incluso perdí la guerra.

Mis únicas armas fueron mi esperanza de querer seguir adelante y mi escudo fueron las personas que comenzaban entrar en mi vida.

Pero el destino, se encargó de destruir todo. O quizá karma, quien sabe.

Entro al cuarto en donde mi madre se encuentra. Ya me dieron permiso de entrar a verla por lo menos cinco minutos.

Entraré a despedirme de ella.

Abro despacio su habitación, me duele el alma verla tendida en esa cama inconsciente, con sus ojos cerrados que quizá nunca más veré.

Se mira tan frágil, como aquellas flores marchitas que temes tocar por miedo a que se despedace.
Con la excepción, de que a esta rosa, ya la despedazaron.

Me acerco con ella, tomo su pálida mano y deposito un beso en ella, me duele despedirme, el alma me desgarra porque quizá ésta será la última imagen que tenga de ella.

— Por favor, perdoname mamá —susurro con su mano puesta en mis labios, la mojo con mis lágrimas.

— Sé que soy una cobarde, pero es que, yo ya no puedo —el aire se me corta, las palabras las siento atoradas en mi garganta —no quiero que te sientas culpable mamá, y perdoname, si llegas a despertar y yo ya no estoy, quiero que sepas que yo siempre te voy a amar, y pese a todo tu siempre fuiste una guerrera —me quedo divagando, en como sería si nos hubiéramos ido a tiempo, cómo sería si yo jamás hubiera nacido.

No tengo más palabras por decirle, quisiera decirle te amo hasta el cansancio, decirle que debe mantenerse fuerte. Pero sería ser hipócrita.

Aún así, sé que mi mamá y todos en general estarán mejor sin mi.

Deposito un último beso en la frente de mi madre y coloco una nota en su regazo, por si despierta...

Sé que estoy siendo egoísta. Estoy actuando mal, lo sé, pero he llegado a mi límite y ya es hora de ver por mi.

Doy una última mirada hacia aquella mujer encamada que m ha brindado diecisiete años de su vida, susurro en "te amo" y me voy.

Repaso mentalmente aquella nota que dejé:

"Perdoname mamá, te amo con todo mi corazón y en verdad espero ecuestres la felicidad, será difícil pero confió en que podrás hacerlo. Me he ido lejos de aquí, muy lejos a comenzar una nueva vida, por favor no me busques"

Andrea.

Esas fueron mis palabras, y mentí.

Porque si me busca, quizá ya no me encuentre.

Quizá ya no exista.

CUARENTA DÍAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora