15. Máscaras - Parte 1

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Mantuvo un semblante inexpresivo cuando Kim y sus invitados dejaron el cuarto en que hacía su guardia.  Era fácil reconocer los gestos de desaprobación y las sonrisas cínicas que ansiaba eliminar a toda costa, solo cuando la pequeña comisión desapareció de su vista, siendo escoltada por Minho y el sr. Kim; pudo dejar su posición y adentrarse en el cuarto que el grupo acababa de abandonar.

 Kibum permanecía en su asiento con el rostro inclinado hacia una mesa llena de botellas y platos vacíos y Jonghyun deseó, más que cualquier cosa, poder acercarse y alejar de alguna forma todas las preocupaciones que sabía embargaban la mente del menor.    Apretó dolorosamente los puños a sus costados y, en cambio, aclaró su garganta y le indicó al menor que lo siguiera.   El joven asintió desanimado y se dedicó a caminar en silencio, abandonando el lujoso salón privado del restaurant sin dirigir, en ningún momento, la mirada hacia su rostro. Tampoco hubo algún tipo de intercambio hasta llegar a la estancia de Kim, en donde Kibum simplemente bajó del automóvil para encerrarse en su cuarto.    Jonghyun dejó caer un golpe contra el volante y soltó un suspiro frustrado,  comprendía el comportamiento del menor ya que era, en gran medida, su culpa.  Era él quien había dado un paso en falso y en lugar de enfrentarlo, solo se había dedicado a evitarlo.  

No tenía ninguna excusa para aquel beso y los que pronto le habían sucedido, había dejado que sus emociones tomaran el control y aferrado al menor entre sus brazos como si fuese lo único real en su vida; no fue consciente de cuánto tiempo permanecieron en aquella posición pero las alarmas que resonaban en su mente lo fueron arrastrando de vuelta a la cordura, obligándolo a reaccionar.   Entonces, impulsado por el temor, había alejado de sí al joven con una forzada indiferencia; cuando este lo enfrentó, extrañado por su repentino cambio de actitud, él cobardemente creó una excusa en donde decía haber utilizado el beso con la única intención de calmar su pánico, un error que, en sus palabras, no volvería a repetirse. 

 Pudo ver el dolor del rechazo y la decepción en Kibum quien, avergonzado se disculpó y apartó intentando ocultar su turbación.  Desde entonces las cosas seguían cayendo en picada; Kibum, profundamente ofendido, estaba marcando una distancia y levantando a su alrededor aún más defensas, no solo contra él; también a causa de los hombres que su padre le había estado presentando uno a uno con el fin de integrarlo y garantizar, de algún modo, su protección. 

 Los mismos hombres que debían convertirse en sus aliados y lo miraban en cambio con un desdén que ni siquiera se esforzaban en ocultar, sabiendo que el joven Kim no era realmente una amenaza para sus negocios y que, si sabían moverse con discreción, podrían incluso utilizar al ingenuo novato en su beneficio.   La primera de las reuniones en que tuvo la oportunidad de acompañarlo había sido, francamente, nefasta para el menor.  Era imposible ocultar su nerviosismo y falta de experiencia ante las afiladas miradas de uno de los mayores socios de su padre de quien, en lugar de apoyo, solo había obtenido reproches.   Pero cuando el siguiente encuentro fue planeado, dos días más tarde, incluso para él había sido difícil ocultar su desconcierto.  En cuanto entraron al lugar del encuentro el ingenuo Kibum desapareció dejando en su lugar un inexpresivo rostro y una fría mirada, una perfecta máscara diseñada para enfrentar los mordaces comentarios que no parecían afectarle.  

 Aunque eran aspectos menores, en esas pocas semanas el joven estaba siendo reconocido por sus acertadas observaciones, su padre parecía tan orgulloso mientras él, desde la distancia, solo podía observar como la bonita mirada del menor comenzaba a apagarse.  Quería brindarle apoyo y protegerlo, Kibum se estaba aislando, enfadado con Minho y demasiado ocupado para pasar algo de tiempo con Taemin quien era el único que parecía traer de vuelta la sonrisa a su rostro.    No podía simplemente dejar el temor a un lado y arriesgarse a estar con él sabiendo que, de una u otra forma, las cosas entre ellos terminarían mal.   Era imposible evitar que Kibum saliera lastimado pero, si el resentimiento se interponía, podía al menos hacer que el daño fuera menor.   

No iba a involucrar a Kibum, tampoco podía permitir que Taemin se viera envuelto en esa guerra que comenzaba a salirse de control, debía frenarla ahora, aún si no había conseguido su objetivo por completo no tenía más opción que actuar. 

Apretó el volante con fuerza entre sus manos y se alejó por la carretera conduciendo para calmar su ánimo, cuando estuvo lo suficientemente lejos de todo estacionó el vehículo fuera del camino y bajó para marcar el número que conocía de memoria.

¿Hubo algún problema? - Preguntó Jinki desde el otro lado.

Vamos a movernos.

—. . .¿Hablas en serio?! - Exclamó su superior con incredulidad — ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

Jonghyun apoyó su espalda en la puerta del vehículo llevando su mano libre hasta su entrecejo —En una semana, Jinki.    Es un negocio importante, Kim no dejará que se le vaya de las manos con facilidad.

Va a estar presente - Dedujo olvidando su anterior pregunta.

No tendremos otra oportunidad como esta... Están tomando resguardos por lo que no esperes que sea simple.

Nunca es simple - Contestó antes de cortar el contacto.

Jonghyun devolvió el móvil a su bolsillo y prendió un cigarrillo comenzando a caminar, si dejaba el auto en aquel lugar no levantaría sospechas.  Estaba a poca distancia del recinto en que Kim llevaría a cabo el intercambio, podía recorrer el perímetro a pie y trazar entonces un plano para que Jinki y sus hombres tuvieran una idea del terreno, no sería difícil ocultarse en los alrededores de las bodegas y era precisamente ese factor el que también podría jugarles en contra.    Solo debía esperar una semana más y sería capaz de terminar con aquella farsa, acabaría de una vez con el grupo Kim.


The fox and the houndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora