capitulo 4

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Camila se despertó agitada, moviéndose por primera vez en muchas horas. Notó una pesadez en el pecho y se esforzó por abrir los ojos, lo cual se le antojó una tarea titánica.

Entonces lo oyó. Un ronroneo grave. Se incorporó de un salto y se encontró con unos serenos ojos verdes que la miraban. Tippy, el gran gato blanquinegro de la noche anterior, reclamaba su colchón. La puerta estaba cerrada. ¿Cómo había entrado? «A lo mejor se coló cuando me acosté. Me acosté. No me acuerdo de eso.» Miró bajo las mantas y vio que llevaba puestos los pantalones de chándal que Lisette le había prestado.

El gato estaba en la gloria, sin duda, y era monísimo. El cuerpo de Camila, sus piernas largas y bien torneadas, la cintura y el tórax estrecho, y los pechos no tan abundantes pero atraía a los hombres desde que era apenas una adolescente. Incluso los amigos de su padre la miraban con lascivia, cosa que le molestaba mucho. Pero ¿Tippy? Tenía barra libre.

Cuando el gato se marchó, Camila encontró su reloj sobre la mesilla. Eran las ocho de la mañana. ¿A qué hora se había acostado? El olor a café y a levadura de pan le provocó rugidos en el estómago. Se le hizo la boca agua. «Me muero de hambre otra vez.»

No solía ocurrirle eso, al menos en los últimos tiempos. Supuso que había estado sometida a tanto estrés que le quitaba el apetito. A lo que había que añadir los años de entrenamiento de su madre, que vigilaba cada caloría suya y de su hija. En la universidad había trabajado como modelo y, al igual que a la mayoría de las modelos, le horrorizaba la comida. Recordó su imagen en el espejo la noche anterior. No era de extrañar que estuviese hambrienta.

Se dirigió dando tumbos al cuarto de baño y realizó las abluciones matinales mecánicamente. Mientras se cepillaba los dientes, contempló su rostro en el espejo. « ¡Por Dios bendito!» Tenía los ojos rojos e hinchados, y el moretón empezaba a difuminarse en el lado derecho. Sus oscuros cabellos, largos y espesos, se erizaban sobre su cabeza, como si hubiese metido los dedos en un enchufe. Estaba pálida y demacrada, pero la hinchazón de la mejilla casi había desaparecido. También había mejorado el labio. «Menos mal. Ahora parezco un esperpento porque no tengo maquillaje para ponerme.» Su imagen la dejó tan atónita que se olvidó de cepillarse los dientes y manchó de saliva la camiseta. «Estupendo. Acabo de rematarla.» No le hubiera preocupado mucho si sólo tuviese que ver a Lisette, pero su misteriosa sobrina, Lauren, estaba allí. Se habría sentido mejor con un poco de maquillaje y otra ropa.

Cerró los ojos, tomó aliento, exhaló y salpicó el espejo de pasta de dientes. Soltó una maldición, se enjuagó la boca y se mojó el pelo para aplastarlo, pero sus esfuerzos por limpiar el dentífrico del espejo sólo sirvieron para mancharlo más. Se prometió arreglarlo más tarde. Siguió la dirección de los deliciosos olores y encontró la cocina sin tropezar con demasiados muebles. Estaba un poco descolocada tras lo sucedido en los últimos días. Vio una nota sobre la mesa. «Buenos días, Camila, espero que hayas descansado bien. Hay café en la encimera, tazas en la alacena y el pan estará listo a las ocho y media. He salido a pasear. Hasta luego, Lisette.»

Camila buscó un tazón en el armario, eligió uno con el nombre de una empresa y lo llenó hasta arriba de café fuerte y aromático. Cogió la taza con las dos manos para calentarlas y, por primera vez, se fijó en lo grande y alegre que era la cocina. En casa de sus padres había dos cocinas: una para preparar comidas y otra para exhibir. Eran el ideal del Architectural Digest, pero resultaban frías y estériles. Aquella cocina era acogedora y además se podía cocinar en ella. ¿Qué le había dicho Lisette de sus actividades? Camila siempre había creído que provenía de una familia rica y que no trabajaba. Suponía que Lisette vivía sola y que era divorciada o viuda. A pesar de sus conversaciones, en realidad sabía muy poco de ella. Tenía un millón de dólares para invertir y eso era lo único que a Shawn le importaba.

Primer Impulso (CAMREN) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora