capitulo 5

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 Camila y Lisette estaban en la autopista 101 cuando una nube de aprensión atenazó a Camila. Tras pasar una sola noche fuera de casa, la abrumaba no saber cómo afrontar su vida. Ni siquiera la animó la vista del puente Golden Gate desde la península de Marin.

Cuando llegaron al apartamento, en el distrito de Marina, Camila decidió enfrentarse a lo que le esperaba y cambiar algunas cosas para sentirse mejor. Por desgracia, aún no sabía qué cambios debía hacer. Le aseguró a Lisette que no hacía falta que la acompañase hasta su piso, le agradeció que la hubiese llevado hasta allí y se despidió de ella, procurando no fijarse en la furgoneta blanca que seguía aparcada en la calle. Cuanto más se acercaba a su apartamento, en el tercer piso, más se arrepentía de no haber aceptado el ofrecimiento de Lisette. Estaba aterrada cuando abrió la puerta y echó un vistazo.

No había nada raro, salvo manchas de agua en el suelo de madera, provocadas por las flores que su atacante había utilizado el lunes para ocultar su rostro. Se detuvo. No oyó nada, así que se quitó los zapatos y recorrió el apartamento de puntillas, comprobando con cautela todas las habitaciones. Incluso miró bajo la cama. Tardó otros cinco minutos en armarse de valor para descorrer la cortina de la ducha y cerciorarse de que Norman Bates no estaba detrás, con un gran cuchillo en la mano. Se rió con nerviosismo.

Chiquilla, estás perdiendo los papeles._ Cuando se convenció de que el piso estaba vacío, examinó el salón con todo detalle y encontró manchas de sangre seca debajo del sillón. Las había pasado por alto al limpiar. No vio cámaras ni micrófonos, pero le intrigaba la furgoneta.

Antes de salir de Bolinas, Lisette le había sugerido que llamase a la policía y le había reiterado el ofrecimiento de pasar el fin de semana con ella. Camila no se mostró muy dispuesta, porque su asaltante le había advertido que no avisase a la policía. Además, ya era demasiado tarde. Intentaba razonar, pero no podía presentar una denuncia.

Por primera vez se fijó en que la luz del contestador automático parpadeaba. Estaba cansada. Suspiró profundamente y se dejó caer en una silla junto al contestador. Había cinco mensajes de Shawn: «Lo siento; estaba borracho; lo has malinterpretado; si me hubieses prestado más atención, eso no habría ocurrido; démonos otra oportunidad». Uno de su madre: «Cariño, ¿estás ahí? Llamó Shawn para decir que os habíais peleado. Estoy segura de que puede explicar perfectamente lo que ocurrió. No lo desbarates todo antes de hablar con él». «Sí, claro, mamá; nunca es culpa de Shawn.» Otro de Harry: «Hola, preciosa, ¿Dónde diablos te has metido?». Y uno de una empresa de telemarketing: «Este es un mensaje para la señora C. Cabello...». Tras preguntarse si debía responder a la última llamada, marcó el número de Harry.

Harry era su mejor amigo desde la universidad. Shawn y él nunca se habían caído bien, así que jamás le había contado a Harry sus recelos, pensando que Shawn y ella arreglarían las cosas. Cuando Harry la sondeaba, Camila cambiaba de tema y había llegado al extremo de no llamarlo. Le debía una disculpa. Tras marcar el número de Harry, Camila dejó un mensaje en el buzón de voz: «Hola, Harry. Siento no haber estado disponible. Mi vida es un desastre. Estoy pensando en huir con un circo. Te quiero». Le tembló la voz al despedirse. Permaneció sentada unos minutos, procurando recuperar la compostura. Luego pulsó la tecla de Shawn en el marcador rápido, y él respondió al primer timbrazo.

Vaya, ¿así que ahora es culpa mía? Disculpa, pero no fui yo la que me estaba tirando a alguien a tus espaldas, ni consumo drogas ni voy por ahí diciéndole a la gente que cierre el pico y cosas de ésas. —«¡Sí, se sentía genial!» Se calló para que Shawn asimilase lo que acababa de decirle. Como no hubo respuesta, dejó que el silencio se prolongase.

—¿Camila? ¿Sigues ahí? —preguntó Shawn al fin.

Sí, pero no tengo nada más que decir. Te toca a ti.

Primer Impulso (CAMREN) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora