Capítulo#1

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Mayo 27 del 2020

7:58 p.m.

Hospital Central del pueblo Lost Valley.

El Dr. Evan se encuentra sentado en la incómoda silla de su pequeño consultorio. Teniendo una de sus típicas disputas nada agradables con el Dr. Ryan, ambos son doctores muy reconocidos en aquel pequeño pueblo, cada uno con su doctorado, cada uno especializado en el área de psiquiatría y cada uno convencido de que era el mejor; por lo que existía entre ellos una relación de constante competitividad .

Sus disputas por otro lado eran comunes  debido a que ambos siempre estaban completamente seguros de que tenían la razón y comúnmente difieren en casi  todo y eso nos lleva a escenarios en donde sí el Dr. Evan dice Negro el Dr. Ryan dirá Blanco. La disputa del día era sobre el amor.

―No existe un concepto claro y concreto sobre lo que el amor es ―. Miles de personas durante años lo han intentado; los artistas con su música que nos toca el alma, los escritores que con sus poemas nos inspiran a ver mas allá de una realidad estática, las historias que nos conducen a nuevos mundos o inclusive los científicos con sus teorías, pero el problema es que el amor es algo tan grande e incompresible que nunca llegaran a existir palabras suficientes para definir lo que este sentimiento es ―. Sin embargo, es lo que nos hace humanos, sin él no somos nada y aunque tú no piensas igual yo si creo en el amor eterno ―comenta el Dr. Evan con su confianza habitual.

―Mucha verborrea, pero nada interesante ―. El amor es muy simple, puesto que este no es más que una ilusión creada por nuestro cerebro ―. Es como el cáncer un tumor que va creciendo hasta consumir la vida de una persona, alterando el funcionamiento normal y racional de nuestro cerebro, es toda una enfermedad cognitiva ― debate el Dr. Ryan un tanto molesto, puesto que Evan siempre lograba sacarle de quicio.

Evan suspira, realmente estaba cansado, aun no podía comprender de donde el Dr. Ryan sacaba la energía para seguir discutiendo con él. Había tenido un día muy largo y lo único que quería era volver a casa. 

Lentamente subió su mirada hacia él , las ojeras en sus ojos cafés parecían aumentar cada día, ambos tenían la misma edad, se habían graduado juntos con tan solo 26 años pero, ya habían transcurrido dos desde ese entonces y en definitiva Ryan parecía mucho más mayor que él.

―¿Y tú que sabes del amor Ryan? ―. No te quiero ofender ni nada, pero tú no estás casado, no tienes hijos, realmente no sé de que se trata todo esto o a dónde quieres llegar con esta ridícula disputa. Terminó diciendo el Dr. Evan agotado de discutir siempre con él; del estrés ni siquiera se inmutó al ver el sombrío rostro de su compañero de trabajo, de cualquier forma esa mirada amarga también le era ya demasiado familiar.

―No sé si lo recuerdas Evan, pero yo me gradué con honores, soy mejor que tú y siempre lo seré, por consiguiente, lo que yo sé sobre el amor, no es más que la verdad absoluta ―. La que todos saben y se empeñan en negar con todas sus fuerzas, pero te diré algo sobre la verdad y es que está siempre esta ahí intacta en lo más profundo de todo ser ―. Sin importar las veces que se niegue, al final ―. Se  carcajeó ―. Nadie cree realmente en el amor eterno.

―Lo siento, pero te equivocas. Dentro de mi consideración el amor cuando es verdadero  es eterno y esas son mis últimas palabras ―dijo el Dr. Evan levantándose del asiento con el único propósito de por fin marcharse a su hogar.


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El pueblo Lost Valley era una pequeña comunidad en la que todos conocen a todos. Un pueblo realmente sano, los enfermos eran pocos, sin embargo, tenían varios internos que venían desde fuera. En aquel grande y antiguo hospital solo las últimas 5 plantas correspondían al lugar donde estaban los enfermos mentales, que eran tratados por ambos doctores; nunca había completo silencio en aquella área, siempre se escuchaban gritos, risas perturbadoras como las de Lenna o el murmullo imparable de Stephan entre otras tantas cosas que resultaban parte del ambiente natural del hospital, en este caso lo que verdaderamente asustaría es que todo estuviera en completo silencio.

Ya era tarde, el sol se había escabullido y la luna brillaba con fuerza para cuando el Dr. Evan por fin consiguió salir del hospital. 

Mientras iba en su auto camino a casa pensaba en su hermoso hijo: El pequeño Edward quien ese año cumpliría los tres añitos, por consiguiente, una sonrisa vistió su rostro al pensar luego en su increíble esposa Raquel, estaba impaciente por estar con su asombrosa familia.





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Gracias por leer. 😊

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