Prólogo.

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   Estaba la familia reunida en el salón principal, el niño se encontraba inquieto, y no podía dormir, junto a él estaban su madre y abuela que tejían, al otro lado cerca de la televisión padre y abuelo veían un partido de fútbol. El pequeño enojado ya que nadie le tomaba en cuenta comenzó a hacer un pequeño berrinche, quería sentirse parte de los adultos que ahí le ignoraban.

— Estoy aburridooooo, ninguno de ustedes me está tomando en cuenta en estos momentos, ¡hagamos algo, hagamos algo!, me abuuuuuurrooooo.

— ¡Oh, el pequeño niño llorón va a empezar su show! — molestaba el padre.

— Déjalo en paz— regañó el abuelo.

La abuela se dirigió a la madre.

—Mijita, ¿puede ir a buscar algo de galletas y leche para todos?, creo que sé lo que el abuelo tiene en mente— Dijo la abuela.

La señora asintió con la cabeza y fue hasta la cocina donde preparó una bandeja.

—Lo tienes, ¿verdad? — preguntó el abuelo al padre.

—Por supuesto que sí, ¿cómo no podría tenerlo?

— ¿De qué hablan? — interrumpió el pequeño.

—De una historia muy interesante y antigua— contestó el abuelo.

El padre se levantó a buscar en una estantería ubicada a un rincón de la sala, miró al niño con cara de alegría.

—Mira Timmy, esto fue un libro advertencia, que terminó siendo un mito.

— ¿Un qué?

—Una historia por así decirlo, solo se escribieron tres copias de esto, una por reino.

— La gente...— interrumpió el abuelo— siempre ha tratado de ocultar o enterrar el pasado, pero en este caso no será así Timmy, cuando cumplas la edad suficiente tú te harás cargo de este grandioso libro, ahora con doce años, no eres lo suficientemente maduro.

La madre entró con una bandeja que contenía un plato de galletas de chocolate y un total de cinco vasos con leche de vainilla.

— Mami, mami, menos mal llegaste, no quiero que te pierdas esta historia, papá, el abuelo y la abuela dicen que es muy grandiosa y...

— ¡Esplendida! — gritó emocionado el abuelo poniéndose de pie.

—No estás en edad de alegrarte tanto querido, en una de esas me quedo viuda por tu emoción.

—Hahaha, madre, que negativa eres.

—Realista primor, somos viejos, la muerte está a la vuelta de la esquina para nosotros.

—Estaremos viejos, pero sí que conservamos la forma, mira estos músculos— señalaba el abuelo sus arrugados y decaídos brazos.

— Y, ¿Por qué no empezamos la historia ya? — decía el pequeño.

— Porque ya es hora de dormir— dijo seriamente el padre— así que lávate los dientes y ponte el pijama.

El niño estaba a punto de llorar por la pesada broma del padre y fue tranquilizado por las demás personas.

— Ya comienza la historia — dijo el abuelo.

— Por mí no hay problema alguno, padre— Abrió el libro y fue hasta las primeras palabras que habían en aquella obra— bueno... a ver... capítulo uno... en un lugar de la Mancha... cuyo nombre no quiero acordar...

—Ese es Don Quijote pedazo de animal, empieza luego el libro que sostienes en tus manos— le regañó el abuelo.

—Okey, okey, el libro dice lo siguiente.

Conflicto de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora