Capítulo uno.

62 16 4
                                    

   Era una hermosa tarde de Abril del año 1423, el rey Chris se había despertado de muy buen ánimo y humor luego de darse una reconfortante siesta. El lago estaba pacífico, los jardines llenos de flores por la primavera, ¡oh, grandiosa primavera!, era la estación favorita de Chris. El rey, luego de unos momentos se encontraba afligido, miraba por la ventana el paisaje, su semblante era reflexivo, ¿en qué estaría pensando?, cerró los ojos un momento. La puerta se abrió lentamente. Era la reina Valen, se sentó sobre el lecho, el rey volteó hacia ella, se levantó y recostó al lado de ella.

—Buenas tardes amor mío.

— Veo que hoy la siesta le hizo tener un muy buen humor, mi majestad— bromeó la reina.

— Te ves realmente hermosa el día de hoy, mi amor.

—Gracias por resaltar que los otros días era un trapo de inmundicia, querido.

—Las mujeres, y su capacidad de crear conclusiones erróneas o anticipadas, sabes que eres hermosa siempre y que eso no cambiará, te amo.

— Te vi pensativo al entrar, ¿hay algo que te moleste?, sabes que tenemos una buena vida, una infinidad de tesoros y unos fieles sirvientes y soldados, no debería molestarte algo en tu perfecta vida.

—Estaba pensando en lo rápido que el tiempo pasa, y tan solo míranos, hace un tiempo niños, luego jóvenes, y ahora unos exitosos adultos, pero, ya se nos viene la vejez y con ello la misma muerte nos perseguirá.

— Vaya, así que es eso lo que te tiene pensando, pero nuestra vida, como ya había dicho, es perfecta, es mejor que veas el lado positivo, anda, arriba ese ánimo mi "joven" príncipe.

Ambos se miraron y rieron, hubo un pequeño silencio y el rey suspiró.

—Hay algo más, mi querido Chris, ¿qué es lo que te agobia en estos momentos? — dijo amablemente la reina.

—Al morir, lo único que dejaremos para el recuerdo son huesos, la carne se nos irá, y aparte de polvo, solo huesos quedarán.

— Y... ¿qué más quieres?

—Legado, quiero dejar legado amada mía, descendencia, tu y yo, solo digo que deberíamos...

— ¿Tener un hijo? —le interrumpió Valen.

— Si, ¿qué te parece la idea?

—Me encanta, me encanta la idea, pero, ¿seguro quieres que yo sea la madre de la descendencia que dejarás al mando?

El rey acercó su frente a la de ella y la besó.

— Obviamente que quiero que tú, Valen mía, Valen de mi corazón, seas la dama que me dará un hijo o una hija para que pueda reinar esta gran isla y liderar la gente que aquí vive.

—Te amo, gracias de verdad por hacerme sentir tan bien con esta conversación— la reina iba a explotar en llanto, le lagrimeaba los ojos.

—No llores mi amor, es más, se está haciendo tarde, deberíamos ir a comer, ¿qué te parece un gran trozo de carne?, se que eso te encantaría.

— Ay, no te pongas así de coqueto mi rey, ¿tan luego quieres el bebé?

—Ahaha, mientras antes, mejor, pero ahora, seriamente deberíamos ir a comer, al fin y al cabo no me refería a ese gran trozo de carne en el cual estás pensando.

—Opino lo mismo, tengo mucha hambre, y solo era una broma, claro, obviamente.

— ¡Hoy comeremos como reyes!, he dicho.

Ambos echaron a reír a carcajadas.

Conflicto de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora