Capítulo doce.

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   La sirvienta Isabela en el año 1442, por su gran desempeño y dedicación pasó a ser la supervisor y jefa de la cocina real. La mujer dejó totalmente atrás lo que fue alguna vez su hijo y al anciano que le ayudó a sobrevivir cuando ella quedó en la calle.

En agosto de ese año se celebraba el cumpleaños del rey. La cocina estaba encargada de toda la comida y los picadillos para los invitados que llegarían al lugar, la sección de la pastelería tenía una misión especial, crear la torta más exquisita para los gustos del soberano. El rey Bartolomeo de solo ver la gran torta de chocolate que habían creado elogio su sabor a los que la hicieron. El salón de baile estuvo lleno toda la tarde, había sirvientes que llevaban la comida y exquisitos vinos guardados por mucho tiempo. Bartolomeo estaba rodeado de mujeres ese día, bailó con muchas, estaba disfrutando en no tener una esposa al parecer. Isabela lo observaba de lejos, celosa minuciosa y muy furiosa, no creyó que se sentiría así después de un largo tiempo fuera del castillo, pero la ira se le notaba en la cara. Fue a la cocina, faltaban muy pocos minutos para repartir la torta entre los invitados, y el primer trozo cortado sería para el rey. Isabela tomó el veneno de ratas de un frasco de vidrio muy escondido, para que nadie lo llegara a usar por error y lo vertió sobre el cuchillo. En un rincón, una joven veía esto sin que la mujer se diera cuenta, cuando Isabela dejó el frasco sobre la mesa, la joven se notó que era de veneno y fue rápidamente a la puerta para dar aviso. Cuando entró al salón principal gritó.

— ¡Mi rey, no coma eso, la encargada, lo quiere envenenar, por favor, no de un solo!...

El rey, antes que ella llegara ya  había comido una gran porción del pastel de chocolate.

— ¿Qué dices pequeña? — preguntó un guardia que resguardaba la puerta principal para los invitados.

—La mujer, ella, la encargada de la cocina, puso veneno para ratas en el pastel, vertió mucho sobre él.

— ¡Atrápenla!

—Es mentira, ¿Cómo le creen a ella?, yo no sería capaz de hacer algo así— se excusó Isabela.

— Tiene razón, niña mentir es malo, creo que te llevaremos a ca...

En ese instante el guardia fue interrumpido, todos allí empezaron en masa a decir, "no puede ser", "ooh, rey", "su majestad", pues él había caído al suelo, su cuerpo se puso frío y pálido.

—Me siento un tanto mal— dijo en voz baja, tanto que solo unas pocas personas lo oyeron.

— Esa mujer merece morir, llévenla a la ahorca, por favor, y a mí, traiganme un médico.

— Guardias de la puerta traigan al médico real, y alguien que le dé un soporte sagrado, traigan a alguien de la iglesia, mientras tanto, yo llevaré a esta traicionera al lugar que merece.

— ¿Dónde está mi hija— preguntó.

— ¿Qué hija?

—La princesa, es hija mía, el rey la arrebató y...

— Yo recuerdo que eran dos, si fueras la madres estarías con el niño, ¿dónde está él?

—¿Él?..., pues, vagando en algún lugar... debería estarlo... supongo.

—¿Lo abandonaste?

Hubo un gran silencio

—¿¡Lo abandonaste o no!?

—Sí...

— Eres una vergüenza, "querida reina" — se dirigió a los sirvientes— retiren de inmediato el pastel, no queremos más accidentados, si pueden evacúen a las personas que estén aquí, esta fiesta ha terminado.

El guardia bajó con ella a la habitación de castigos y la ahorcó sin piedad. Luego de eso, hizo cortes por todo el cuerpo, mutilándolo.

—El rey seguro hubiera querido ver tu cuerpo más desastroso, apaleado y torturado, pero creo que con esto ya es suficiente.

Pasaron los días, el rey no presentaba mejora alguna, la princesa lo acompañó día a día, pero pasaron dos semanas y el rey no pudo resistir más, murió tras una larga lucha contra el envenenado trozo de pastel que le dieron.

Conflicto de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora