Capítulo dieciocho.

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   La reina ordenó a Erick que fuera a buscar algo para comer, y que arreglara la mesa. Por mientras la muchacha se dirigió a una estantería y de allí sacó una serie de libros en un orden extraño, el estante se corrió y dió paso a una puerta oculta. La reina puso los libros en su lugar y al pasar a la habitación jaló una palanca que dejó el mueble en su lugar y la habitación nuevamente escondida.
Allí dentro había una chica controlando varias hierbas y líquidos
— Damm, tenías razón, tú profecía fue acertada.

— ¿A qué se refiere, mi querida reina?— preguntó la chica que allí dentro estaba.

— Que vinieron todas esas personas, y acertaste en que no vendrían a tomarse el reino, se fueron en paz.

— No sé si muy en paz, mató a alguien y no les dió oro.

—¿Cómo demonios sabe esos?

— Es porque soy la mejor hechicera que tiene, ¿no es así reina querida?

—Tienes razón, mi querida Damm.

—Podría darme un beso en la mejilla por acertar.

—Ni hablar querida, te ví cuando voltee a ver a Erick que habló un momento, estabas escondida en una oscura esquina.

—Ouch, ¿entonces no habrá beshito para Dammcita?

—No, me mentiste, debería castigarte de todos modos.

—Oh, sí, si son azotes dados por vuestra persona acepto gustosa.

—¿Podemos hablar por lo que vine?

—¿Quiere saber si ocurrirá algo en un futuro cercano?

—Exactamente, brujita.

—Mi majestad, no puedo decir mucho, lo sabe, además todo está muy confuso.

—Dime, o recomiéndame algo.

—Tenga cuidado con los hombres, son peligrosos.

— Hmmm, está bien... Creo que te haré caso, gracias por la información, y estoy segura que ninguno de mis hombres intentará asesinarme nuevamente.

—No es eso a lo que me...
  
La princesa volvió a la sala por la cual abrió la puerta secreta.

—Así que, ¿cuidado con los hombres?, ¿segura que no es una artimaña para quedarte con el amor de la princesa?

—No, de verdad es una adverten...

—¿En que estás trabajando?

— En queti

—¿Queti?

—Quetimporta

El joven se restregó la cara con la mano.

— Me voy a servirle un té a la princesa, ¿quieres algún favor?

—Sírvele esto de aquí a la princesa, yo iré contigo, para mayor efectividad.

—¿Qué es?— preguntó sospechando el chico.

—Un relajante, lo necesita.

—Tienes razón, le daré la poción de amor.

—¿Cómo lo supiste?...

Erick tomó el líquido que había preparado la hechicera y lo vertió por la ventana.

—De seguro hay otra forma, sigue intentando, pero no así.

—Maldito hijo de aaagh, solo por el vínculo que tienes con la reina no te hago nada.

—Ser un sirviente no me hace la gran cosa.

—Me refería en el vínculo familiar—dijo para sí y en muy baja voz Damm.

—¿Dijiste algo?

—Nada, a todo esto, ¿cómo llegaste aquí?

—Un hechicero nunca revela sus trucos.

—¡No lo eres!

—La princesa es muy obvia a veces, iré a servirle ahora.

—Que te vaya bien, y recuerda háblarle bien de mí.

— Está bien, púdrete.

—¡Pero dímelo bonito!

—Y recuerda, que ella no se entere que somos familia.

—¿Cómo lo sabes?

—Sé muchas cosas.

   El sirviente se retiró.

Conflicto de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora