Capítulo veintinueve. (Final)

26 6 0
                                    

Había estado vagando por tres días, su capucha y cuerpo estaban algo sucio, dormía en el suelo con el abrigo de una fogata, y su único alimento era el fruto de algunos árboles. Su vista se tornaba algo borrosa, aquella persona se sentía cansada y sola.
Caminó un poco más y encontró un pequeño riachuelo. Lavó su ropa y cuerpo ahí. Cuando estuvo limpio y su vestimenta ya estaba seca se dispuso a caminar nuevamente. Pasada una hora encontró un pequeña iglesia, a pesar de estar desolada, no había rastro de polvo, ni mal olor, de hecho por fuera y por dentro estaba ordenada y limpia. Subió al campanil y desde allí vió una cabaña.

-Si alguien vive ahí debe estar haciendo cargo de esta iglesia, será mejor que pregunte por algo de comida.

Iba bajando y de un bolsillo de la capucha sacó un papel que decía: "Si volviera a nacer, me encantaría que tú y yo fuéramos hermanos otra vez".

Una lágrima cayó por la mejilla de aquella persona.

-Primero lo primero, creo que es debido que confiese mis pecados en este lugar antes de partir.

Se arrodilló frente a una gran cruz y encendió una vela que había ahí, estaba algo desgastada, y con la poca iluminación de esa salita empezó a murmurar en voz alta.

Por fuera, una chica de pelo blanco iba caminando cuando escuchó a alguien que hablaba, hizo el menor ruido posible y se quedó escuchando en la abertura de la puerta, que estaba entreabierta. La otra persona empezó a llorar y Adelaine susurró para sí.

-Así que esta es la chica que desató la guerra entre nuestros reinos, por su culpa mi mejor amiga murió, y rematando, su hermano tomó su lugar en su muerte, no tiene perdón.

Adelaine se fue acercando y sacó su rapier, lo levantó con sus dos manos, y mientras la chica lloraba lo bajó rápidamente, una poza de sangre se formó en el suelo y salto un chorro a la pared.

-Debes tener cuidado con estos animales, los murciélagos son peligrosos.

-G-gracias.

-¿Estás sola?, ¿tienes algún lugar donde ir?

-Sí, y no, no tengo lugar para regresar.

-Dime, ¿cómo eres con las tareas domésticas?, cocinar, lavar, barrer, etc.

-Malisíma, nunca en la vida he hecho algo así.

-Bueno, conmigo aprenderás.

-¿Por qué me ayudas?- preguntó Rissellote.

-Hubo una vez en qué estuve sola, alguien me salvó de esa soledad, y quiero hacer lo mismo contigo.

-Esa persona...

-No, ya no está aquí, perdón por interrumpirte.

-No hay problema, oye...

-¿Cuál es tu nombre?- le interrumpió la chica de cabellera blanca.

-Sarah- respondió la chica que aún estaba de rodillas, sus estómago empezó a gruñir.

-¿Tienes hambre?, ven sígueme, vamos a comer algo.

Ambas salieron de la iglesia y caminaron hasta la cabaña.

Conflicto de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora