Era una mañana de Junio del año 1424 la reina de Ebius parecía furiosa por alguna extraña razón.
Mientras el rey Bartolomeo les daba alimento a los caballos, ella se quedó en el cuarto caminando ansiosamente de lado a lado. Se paró frente al espejo y empezó a refunfuñar a solas.
— ¡Es increíble!, ¡el colmo!, ¿cómo es posible que cada vez que tengamos sexo, él decida ponerse esa tela de seda en su miembro?, estoy más que seguro que eso es lo que impide a que yo pueda quedar embarazada, ¿tan mezquino es para las decisiones?, nunca piensa en los demás, oh, pero ya encontraré la forma de tener hijos, de una u otra forma, seguramente ese viejo de Bartolomeo quiere todo el reino para él solo hasta que se lo quiten, no es justo, podríamos hacer que lo hereden, pero él, ¡él nunca escucha!, le llegará la hora a ese vejete tacaño.
Se escucharon pasos cerca y luego el rey entró con la puerta haciendo mucho ruido.
—Mi amor, estaré ausente estos tres días, con algunos hombres iremos a una excursión para encontrar algunos tesoros o alguna mina de oro con la que podamos abastecernos un poco, además trataremos de conseguir terrenos para algunas personas, las dejaremos vivir en las nuevas tierras y también serán usada para plantaciones de frutas y verduras, así elevaremos un poco más nuestra economía.
—Muy bien querido, si encuentran carbón, que no arruine tu cabellera rubia, el sol puede hacerte competencia, o dañar tus enooormes ojos azules.
—Hey, tu y yo en estos aspectos somos iguales, lo que cambia es esta varonil e indestructible barba de acero.
— ¿Querrás decir de oro?, no veo un color plomo para que sea de acero.
—Ja, ja, si muy chistosa y todo, bien mi amor, nos vemos en un par de días, te amo.
Le lanzó un beso y salió presurosamente de la habitación cerrando suavemente la puerta.
En la tarde, la reina se fue a merodear por el castillo, y al volver a su habitación, un guardia estaba fuera para vigilar que la reina no le ocurriera nada.
—Buenas tardes, ehhh, tu eres...
—Frank, mi señora, ese es mi nombre.
—Oh, qué bello nombre, dime, ¿qué haces aquí?
—El rey me dio la orden de darle vigilancia su majestad, él es muy preocupado por usted.
— Oh ya veo, ¿tú estás a mi merced entonces?
—Así es, estoy a voluntad suya, mi señora.
—Necesito pedirte algo, entremos, nadie debe saber de esto.
La reina hizo pasar al soldado a la habitación y le hizo sentarse en la cama.
—Mira, desde hace un buen tiempo, he querido estar embarazada.
—Y, ¿qué tengo que ver yo con eso, su majestad?— preguntó ingenuo el guardia.
—En que Bartolomeo hace lo posible para que esto no pueda ocurrir, y como estás a mi merced, podríamos, ya sabes, divertirnos un rato, ¿qué te parece?
—Wow, mi reina, no podría hacerlo, además, si nos descubre el rey... yo estaría muerto.
—Y, ¿cómo podría darse cuenta?, vamos, se qué quieres.
—Mi reina...
—Si no lo haces, le diré al rey que quisiste violarme, es mi palabra contra la tuya, y morirás definitivamente.
—Está bien, lo haré, perdóneme usted por oponerme a sus demandas.
—Así me gusta chico, muchas gracias por el favor.
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Conflicto de los reinos
Historical FictionEl pequeño Timmy está en casa acompañado de sus padres y abuelos, como buen pasatiempo le comienzan a leer una antigua historia en la cual ocurren diferentes sucesos que imposibilitan la armonía de tres reinos. El problema mayor que enfrentan los re...