12.

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Jueves. Odiaba el jueves.

A decir verdad, no podía nombrar un día de la semana que fuera agradable para mi persona. No encontré razones para detestar los días de la semana, era simplemente la vida que transcurría lo que no me gustaba. Así de simple.

Pero los jueves tenían algo que, al despertar en ese día, al instante me hacía sentir que había al menos una cosa que me saldría mal conforme el paso de las horas.

Ese día era que mi mamá mandó a mi hermano menor a despertarme para indicar que había un desayuno familiar, tan familiar como este podía ser con solo unos cuantos y tan desayuno como se pudiera consumir en dos minutos antes de volar al colegio para no conseguir un retardo.

Estaba considerando la idea de no bajar si ponía la excusa de que me estaba bañando. Si dejaba el agua correr mientras seguía acostado en mi cama bajo las cobijas, sería mi mejor opción en el día. Pero sería un gasto terrible de agua.

Si no podía ser buena persona con los demás, podía intentar ser amigable con el medio ambiente.

Me apresuré tanto como pude en arreglarme para no parecer tan vago aquél día, aunque con mi mamá insistiendo cada cinco minutos que bajara era algo casi imposible de lograr el salir un poco decente, aunque al final lo conseguí.

En menos de lo que hubiera deseado ya estaba en el comedor sentado, mi mamá sirviendo un poco de lo que fuese que había hecho y mi único hermano en la casa estaba en la sala terminando de acomodar sus cosas.

Era extraño, nunca nos reuníamos a comer entre semana, mucho menos en un desayuno porque no había tiempo. Gabriel y yo entrábamos a las ocho de la mañana, por lo que teníamos que salir a más tardar las siete y media; a ambos se nos dificultaba levantarnos muy temprano y teníamos que hacer maravillas para salir antes de la hora indicada si nos levantábamos a penas las siete. Mamá tenía un poco más de tiempo, ella a veces estaba dormida cuando nosotros nos íbamos.

—¿Puedo preguntar a qué se debe esto? —pregunté confundido una vez que estábamos los tres sentados en la mesa.

—Quiero que haya un poco más de comunicación entre nosotros. Siento que se ha perdido desde que su papá y sus hermanos se mudaron —comentó ella preparando su café.

Miré a mi hermano, ambos esperábamos que ese desayuno no terminara en nada malo. No queríamos tocar el tema de vuelta.

—¿Y cómo hacemos eso?

—Hablando sobre cualquier cosa. Si hay algo que los molesta, pueden decirlo ahora, y buscaremos una solución.

—¡Yo empiezo! —gritó mi hermano levantando la mano rápidamente—. Me molesta que la habitación de Joel sea más grande.

—Bueno, es válido, continúa.

—También que Joel siempre se tome el jugo de manzana cuando él pide de naranja.

—Creo que tienes muchas quejas de mi, ¿algo más?

—Si, que salgas un poco más de tu cueva y rondes por la casa. Estoy cansado de tener que abrirles a tus amigos todos los días.

—Como si tuviera amigos —murmuró mi madre.

—Si tengo amigos. ¡Tú los conoces!

—Imaginarios no cuentan, Joel.

—Tú calla.

—No lo haré.

—Niños.

—Ustedes siempre se unen para atacarme, es injusto.

Carry You. [JoChris] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora