24.

908 99 25
                                    

Volvimos a casa ya llegando la madrugada. Ninguno se dio cuenta del tiempo que pasamos juntos, riendo por cualquier cosa que se nos ocurriera, comiendo pastel (al final olvidé el propósito de este) y conociendo todo lo que no sabíamos del otro.

Hubo un momento de plena sinceridad, donde ya no nos importó lo que nos retuvo tanto tiempo de decirlo en voz alta, solo importó que el otro lo escuchara. Supe sobre él, sobre su, un tanto disfuncional, familia. Las cosas que esperaba, lo que le emocionaba, muchas cosas que no esperaba que me dijera en un día soleado caminando por el parque.

Yo también dije un par de cosas, hubo algunas para las que no me sentí listo, y era el mismo tema de siempre: mi familia; no le dije nada, pero le prometí que, en nuestra siguiente madrugada en los juegos, le contaría todo. No era que mi familia fuera un desastre, nunca quise pensar eso, influyó mucho que me contara sobre la suya, la cuál estaba llena de locura y a veces un poco indiferente, pero al final del día, eran de esas que compartía sus minutos antes de irse a la cama juntos, conversando, conviviendo, fortaleciendo su lazo. Si comentaba sobre lo que eran la mia, el diferencia sería evidente, y no quería sentirme mal en su presencia. Una familia unida era todo lo que siempre pedí y nunca tuve.

De regreso, el insistió en no dejarme ir solo a casa. Me tomó unos diez minutos en su puerta convencerlo de que se quedara ahí, que yo no me iba a perder cruzando la calle y caminando unas tres casas más. Si quería, podía quedarse hasta que yo entrara, me despediría de él desde mi puerta. Pero no fue sencillo que me hiciera caso, estuve a nada de dejarlo detrás de la reja de su casa, ya que esa pequeña discusión infantil nos tomó un largo tiempo, porque después no me quise ir. Chris decidió que, al menos, podríamos despedirnos adecuadamente, y no dudó ni un segundo en robarme un beso rápido, haciéndome sonreír de regreso a casa y dándome cuenta que pasé parte de ni madrugada con él.

Cosa que no me pareció muy inteligente cuando mi mamá me estaba gritando para salir de la cama. Era día de escuela, ¿en qué estaba pensando?


-¿Te pasó un camión por encima cuando venías? -preguntó Yoandri sorprendido de mi rostro cuando llegó a clase. Era química, teníamos pupitres compartidos, se sentó conmigo.

-Pase la madruga con Christopher... No me veas así, estuvimos en una plataforma de juegos en un parque y... ¡No es lo que piensas, por Dios!

Soltó una de sus risitas molestas, una muy característica de él que, en buenos días que yo solía tener, disfrutaba escuchar. Pero no era el caso.

-¿Y qué hicieron?

-Hablar.

-Si... Eso es raro, tú no hablas.

Rodé los ojos por su comentario. Era como un chiste en el aula que Yoandri estaba feliz de seguir. Todo gracias a que hace unos meses Kelly, una compañera de clase, llegó temprano y éramos los únicos en el aula. Conversamos por mucho tiempo, para sorpresa de ambos, y cuando sus amigos llegaron le preguntaron qué hacía, ella respondió que hablaba conmigo.

Sus amigos rieron y juntos dijeron que yo no hablaba, de ahí lo tomaron como un tipo de burla.

-Siento que voy a morir, Yoyo, necesito dormir.

-Necesitas prestar atención a química, no eres un genio.

-Al diablo con la química, ¿quién necesita saber sobre enlaces? No es requisito para trabajar en Taco Bell.

-No pudiste haberlo dicho mejor. Ven aquí, toma una siesta.

Agradecí que me dejara recargarme en su hombro para dormir un poco. También que le diría a la profesora una excusa convincente para que durmiera en su clase sin problemas. No quería pensar que abusaba de la confianza que ella tenía en mi por ser un buen chico, pero la ocasión lo ameritaba.


Carry You. [JoChris] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora