17.

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El viernes por la mañana me levanté con unas ganas sorprendentes de ir a la escuela.

Si bien siempre iba obligado y pensando en que a la larga era necesario, por primera vez en lo que llevaba de vida sentí que había un propósito para ir. No era académico, lo sabía, pero sería el primer momento del día donde vería a Christopher y eso me emocionaba de una forma asombrosa. Estaba sorprendido de que aún tuviera un poco de felicidad por las mañanas dentro de mi.

Ese día mi mamá llevó a Gabriel a la escuela para ir a recibir sus calificaciones, por consecuencia iría soló a la escuela y el camino podría ser más que aburrido; por lo que pensé en llevar mis audífonos para poder caminar tranquilo y a mi paso.
No quise desayunar, después de todo no era algo que estuviera muy presente en mi rutina. Era mejor para mi comer algo.

La mañana estaba algo fresca, pero sabía que el calor atacaría por la tarde, o al menos a mediodía, y no quería freírme dentro de mi ropa como para salir con chaqueta. Preferí salir con algo más ligero, guardé un suéter en mi mochila en caso de necesitarlo y salí de la casa. Detuve mi paso antes de cerrar la puerta con fuera cuando vi a Christopher saliendo de su auto, aparcado al otro lado de la calle. Cuando me vio, sonrió, me saludó y me hizo señas para que fuera con él hasta el auto.

Atravesé la calle a donde él estaba, con un muy buen humor también para ser las siete treinta de la mañana, y me dijo que me subiera, que él me llevaría. Sin pensarlo dos veces subí al asiento del copiloto después de que él entrara.

—¿Tienes ganas de ir a la escuela?

—No hay un día que quiera.

—Yo tampoco —dijo—. ¿Nos saltamos clases?

Consideré un poco mi respuesta. No era el más destacado de la clase, en calificaciones me iba bien, pero nunca había considerado no ir porque no tenía ganas, ¿merecía la pena saltarme clases con Chris? En ese momento todo decía que si.

—Definitivamente.

Y eso bastó para que diera vuelta en una calle que no topaba con la escuela.

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Por horas solo dimos vueltas por la ciudad en el auto; la radio estaba a todo volumen con canciones que ambos coincidimos más de una vez, conversábamos de todo lo que se nos pasaba por la mente y no dejaba de mencionarle cada tanto que estaba gastando el combustible que podría usar para ir a mejores lugares que sólo pasear por las grandes avenidas.

—Hey, no te preocupes, el que tendrá que caminar seré yo.

—Si nos quedamos sin combustible por aquí seremos los dos.

—De la compañía no me puedo quejar.

Dio vueltas por media hora más, el sol ya había salido y comenzaba a colarse por la ventana de Chris y daba contra mi cara a veces. Estaba comenzando a ser un clima más cálido para cuando paró al borde de la carretera; por lo que conocía, estábamos al sur de la ciudad; todo era más dado a parques, espacios abiertos y no muchos vecindarios. Era una zona alta, podía observar por el parabrisas la zona por donde estaba la escuela, y se notaba algo lejos de donde estábamos. Afortunadamente.

—¿Por qué paramos?

—Si... Sobre el combustible...

—Por favor, no.

—Tenías un poco de razón.

—Increíble —murmuré recargándome en el asiento—. ¿Qué haremos?

—¿Estaría muy mal quedarnos aquí? Pasamos hace poco un vecindario, podemos comprar algo para desayunar y después podemos llamar a una grúa.

Carry You. [JoChris] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora