diez.

61.9K 6.6K 708
                                    

No quería abrir los ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No quería abrir los ojos.

Después de la pesadilla que había vivido rodeada de tanta oscuridad no quería abrir los ojos para continuar sufriéndola. Me había sumido en la inconsciencia de buena gana, sabiendo que allí no lograrían alcanzarme, pero había algo que me instaba a que despertara. A que abriera los ojos.

Retorcí mi cuerpo bajo unas sábanas que me resultaban desconocidas y algo pesadas. Tras mis párpados cerrados podía percibir la luminosidad, indicándome que había llegado el día; que la oscuridad, sombras y susurros ya no podían alcanzarme. Que me encontraba a salvo.

Dejé escapar un gemido dolorido cuando mis músculos se resintieron, producto de la tensión que me había embargado la noche anterior cuando... Mis ojos se abrieron de par en par, cegándome por la luz del sol, al recordar la difícil noche a la que había tenido que enfrentarme sola cuando las lámparas de aceite de mi habitación habían fallado, sumiéndome en la más completa oscuridad.

Mi mirada fue enfocándose poco a poco, topándome con una habitación que no era la mía. Sobre mi cabeza se encontraba un dosel de color pálido y, al girar el cuello levemente, vi un dormitorio de disposición similar al mío pero mucho más vacío de mobiliario. Traté de incorporarme entre las mantas y caí de nuevo sobre las almohadas cuando me sobrevino un mareo; la boca me sabía a algo metálico, por lo que me llevé un dedo, tratando de comprobar si ese sabor pertenecía a mi propia sangre.

Efectivamente, pero había algo más.

Un sabor desconocido.

Di un sobresalto al escuchar un suspiro lleno de alivio a mi izquierda. Dirigí mi mirada de manera rauda en esa dirección, encontrándome con una ojerosa Bathsheba, cuyo rostro estaba más pálido de costumbre; tenía los labios fruncidos y me observaba desde la puerta, delatando que acababa de llegar.

Entre las manos llevaba la habitual bandeja donde portaba cada mañana mi desayuno.

—¿Qué ha pasado? —pregunté con la voz ronca, haciéndome daño en la garganta.

Mis recuerdos sobre lo sucedido se cortaban abruptamente al creer escuchar su voz, junto a otra persona. El gesto de Bathsheba se ensombreció al escuchar mi pregunta, dio unos dubitativos pasos hacia la cama, evaluando mi reacción ante su cercanía; yo la seguí con la mirada, expectante por obtener una respuesta que pudiera ayudarme a eliminar las brumas que cubrían mis pensamientos sobre cómo había terminado en una habitación ajena a la mía.

—¿Qué recuerdas? —respondió ella con otra pregunta.

Traté de incorporarme por segunda vez entre los almohadones, logrando en aquella ocasión apoyar la espalda sobre el cabecero de madera. Bathsheba se acercó a la cama por el lado vacío y colocó la bandeja con cuidado sobre el cobertor; su aspecto denotaba que su noche había sido tan complicada como la mía.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora