Todo mi cuerpo temblaba a causa del miedo y la excitación. Había seguido con atención el paso del tiempo gracias al viejo reloj que había sobre la cómoda de mi dormitorio, notando cómo mis músculos se tensaban al ser consciente de la cercanía del momento elegido por el Señor de los Demonios para reunirnos; no me había costado mucho despistar a mis doncellas, alegando querer ir a la biblioteca del tercer piso para ir a investigar los libros que contenía.
Bathsheba silbó hacia Rogue y la perrita acudió presta a sus pies, permitiéndome abandonar la habitación sin ella. Les hice un gesto de despedida y me interné en el pasillo a solas; mi mirada recorrió los dos extremos, casi esperando encontrarme con más demonios. Sin embargo, el corredor estaba vacío.
Me dirigí hacia las escaleras con el pulso disparado y, una vez las alcancé, algo dentro de mí se removió. Las escaleras te guiaban hacia donde tú querías, solamente tenías que pensar tu destino dentro del castillo y ellas te conducirían; por unos segundos se me pasó por la cabeza intentar descubrir si había alguna forma de llegar al ala prohibida sin pasar por las almenas del castillo.
Finalmente fijé en mi mente el tercer piso y empecé mi ascenso.
El Señor de los Demonios ya me esperaba pacientemente en la misma silla que había ocupado cuando nos reunimos ayer, cerrando un insólito acuerdo para descubrir de dónde procedían mis poderes y me enseñaba a cómo controlarlos.
—Has llegado justo a tiempo.
Bajo su atenta mirada, me dirigí hacia el fuego que ardía en la chimenea y saqué del corpiño la nota que había escondido. Luego la tiré a las llamas y observé cómo se convertía en cenizas.
De repente sentí curiosidad por saber más sobre el demonio que se encontraba a mi espalda, con su incendiaria mirada clavada entre mis omoplatos. ¿Qué interés podría tener nuestro reino para un demonio? Además de lo evidente: sus sacrificios anuales.
—¿Elegiste tú mismo tu propio título? —le pregunté, con la vista aún en el fuego.
Escuché el chirrido de las patas de su silla sobre el suelo.
—Fue mi Maestra quien lo escogió para mí —su respuesta estaba cargada de un oscuro tono burlón.
Miré por encima de mi hombro y lo encontré apoyado sobre la mesa, con los brazos cruzados de manera desenfadada. Después, ante mi atenta mirada, se apartó de ella y caminó hacia donde yo me encontraba detenida, frente a la chimenea; sus iris parecían arder con la misma intensidad que las llamas del fuego que había en ella.
Me quedé sin respiración cuando se inclinó hacia mí, permitiéndome conocer su aroma a... madreselva y algo mucho más sutil que me recordó al jabón que guardaba celosamente mi madre dentro de una cajita.
—¿Quieres saber cuál es mi otro nombre? —susurró junto a mi oído, convirtiendo todo mi cuerpo en un enorme bloque de piedra—: El Señor de las Cenizas. Te dejo a tu imaginación adivinar el porqué.
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Queen of Shadows
Fantasy«... Y entonces el Enviado apareció en mitad del caos, controlando a sus bestias y ordenándoles que no siguieran masacrando a las gentes. Las hordas de criaturas que obedecían a su señor se detuvieron, esperaron... El Señor de los Demonios se...