treinta y ocho.

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Aquella revelación me sentó como si una balda de alguna de las estanterías se hubiera vaciado sobre mi cabeza, sepultándome bajo el peso de todos los libros

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Aquella revelación me sentó como si una balda de alguna de las estanterías se hubiera vaciado sobre mi cabeza, sepultándome bajo el peso de todos los libros. La mujer que se había convertido en la Maestra de Setan era poderosa, el demonio más poderoso que vivía sobre la faz de la tierra.

Se me retorció el estómago al ser consciente de lo que eso suponía: era, prácticamente, invencible. Tragué saliva con esfuerzo, incapaz de apartar la mirada del retrato de Hel, de sus fríos ojos azules; a pesar de ser un simple dibujo, podía percibir el poder que atesoraba, que tan bien ocultaba.

Ahora sospechaba los verdaderos motivos de por qué no se había mostrado con su verdadera identidad, por qué había delegado ese papel que le correspondía a Setan, dejando que todo el mundo —al menos todos aquellos que vivíamos en la aldea, atemorizados de su simple presencia— creyéramos que era un poderoso demonio. El rey de todos ellos.

Porque fue Setan quien detuvo las hordas de demonios que asolaron nuestro reino, intentando llegar después a un acuerdo con el rey, ¿no? Así es como se había recogido en todos los libros. En todas las historias que corrían sobre aquel fatídico día.

Mis dedos se quedaron congelados, sin cerrar aquel pesado libro que había resultado clarificador en algunos temas... y pobre en otros. Nigrum no me había engañado cuando dijo que aquel libro me ayudaría a comprender, pero también había traído consigo más preguntas.

Al final logré recuperar la movilidad de mis manos y cerré el libro, dejándolo sobre el atril. Aspiré una temblorosa bocanada de aire, intentando poner en orden lo que había descubierto; una pregunta se había quedado fija en mi cabeza: ¿dónde estaba la página que debía pertenecer a Setan? ¿Quién era en realidad el demonio?

¿Cómo había acabado siendo pupilo de la reina de los demonios?

¿Por qué?

El alegre ladrido de Rogue me hizo volver al presente: Nigrum corría por delante de la perrita y en su rostro gatuno podía apreciar un destello de salvaje alegría. El guardián de la biblioteca fingía haber perdido el sentido del tiempo, pero era consciente de que ello no era así: hacía mucho tiempo que nadie se preocupaba por hacerle compañía a ese autoimpuesto ermitaño.

Los observé correr entre los pasillos, disfrutando el uno del otro a pesar de pertenecer a especies distintas. Nigrum había estado encerrado en aquella biblioteca demasiado tiempo, pero también había visto demasiado; ese demonio con forma de gato atesoraba mucha información. Información que podría serme útil.

—Nigrum —lo llamé.

El demonio gato fintó y empezó a flotar hacia mí, ladeando la cabeza con un gesto de evidente interés.

—La Maestra es, en realidad, la reina de los demonios —dije, observándole con atención.

Necesitaba su confirmación, escuchar de sus labios lo que había leído.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora