cincuenta y cinco.

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Cuando la oscuridad nos escupió, lo primero que me encontré fueron los ojos azules de Elara abiertos de par en par. Aún me costaba creer lo que había hecho en el último momento: agarrarse a mí para acompañarnos. Ni siquiera comprendía los motivos que la habían empujado a hacer eso, no después de que yo accediera a cumplir con su deseo de saciar la sed de su venganza y brindarle un medio para que pudiera marcharse de la aldea junto a mis padres si las cosas no salían bien.

Mi tía me soltó y contempló la habitación en la que habíamos aparecido con una expresión de angustia.

Era evidente que Nigrum había querido que fuéramos a la biblioteca, su santuario. El lugar donde se encontraban todas las respuestas a las preguntas que debía haberme formulado; el lugar donde estaba escondida la verdadera historia que se nos había ocultado, manteniendo en las sombras al verdadero monstruo. A la mujer que se había aprovechado del dolor y temor de un joven para desatar la masacre sin sentir el más mínimo remordimiento.

Belphegor dio un paso atrás, soltándome el hombro y estudiando su entorno con una chispa de curiosidad.

Me giré hacia el demonio gato.

—¿Dónde está?

Todos sabíamos a quién me estaba refiriendo, no hacía falta que añadiera nada más; Nigrum bajó su cabeza con expresión tormentosa, provocando que mi estómago diera un desagradable vuelco.

—Lo mantiene retenido en su dormitorio —respondió.

Di media vuelta y tomé el pasillo que conducía a la salida. Ignoré a Elara llamándome por mi nombre, pidiéndome que no me precipitara, que intentara usar la mente fría en vez de lanzarme de lleno a una posible emboscada; lo único que me acompañaba en aquella frenética carrera eran los latidos de mi desenfrenado corazón repitiéndose en mis oídos. La sangre circulando a toda velocidad por mi interior.

El pánico de no saber qué habría hecho Hel con Setan después de que su pupilo la hubiera traicionado de aquella forma.

Empujé con energía las puertas de la biblioteca para salir al pasillo. El pecho se me desinfló al contemplar que el corredor mantenía el mismo aspecto que tenía cuando yo había puesto un pie en aquella zona por primera vez, después de que Barnabas me enseñara a traspasar las cortinas de humo que existían en el castillo; mi mirada recorrió la longitud del pasillo hasta toparse con las puertas cerradas que conducían al dormitorio de Setan.

Comprobé los extremos del pasillo antes de usar las sombras para aparecer directamente frente a ellas. En aquella segunda ocasión me permití estudiar con mayor atención los grabados de la madera; las yemas de mis dedos resiguieron algunos diseños mientras yo intentaba bajar el ritmo de mi respiración... y el desenfrenado latir de mi corazón.

Apenas había pasado un día desde que Setan me hubiera ayudado a salir de allí.

A mí me había parecido una eternidad tras las verdades que Elara no había tenido ningún problema en confiarme, a pesar de estar traicionando a Setan desvelando unos secretos que no le pertenecían.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora