Una sensación helada me recorrió al escuchar que aquel demonio afirmaba ser familia de Barnabas. Incluso Elara guardaba sus dudas respecto a lo que Belphegor, si realmente se llamaba así, acababa de decir.
No hice desaparecer las sombras, no quería que aquella mujer me pillara con la guardia baja. A pesar de que su anillo era condenadamente similar al que Barnabas me había regalado, no podía confiar en ella. ¿Quién sabía hasta donde llegaba la maldad de Hel? Su poder.
Belphegor me dedicó una sonrisa traviesa.
—No me creéis, Eir Gerber —afirmó.
—Es complicado hacerlo cuando la reina de los demonios seguramente quiera mi cabeza —contesté y la mujer soltó una risita.
—Ella está furiosa, es cierto —confirmó mis sospechas. El hecho de que apenas hubiera tenido un margen de actuación después de que Setan me dejara huir del castillo era inquietante, una mala señal—. Pero su pupilo la ha tenido ocupada.
No se me pasó por alto el sonido de incredulidad que emitió Elara al oír que Setan parecía haber reunido el valor suficiente —después de tantos años bajo su mando— para plantarle cara.
—¿Para qué os ha enviado ese demonio? —intervino por primera vez Elara, una vez recuperada de la sorpresa y el horror de haberse visto asaltada por aquel demonio.
La perspicaz insinuación de mi tía hizo que mis brazos se alzaran de manera inconsciente, manteniendo a las sombras listas para usarlas contra Belphegor si descubría que todo se trataba de una vil mentira para atraparme.
—Él pidió mi ayuda —contestó la mujer, mirando ceñuda a Elara—. Dijo que debía buscarte, que tú eras la oportunidad que necesitábamos para liberarnos de las cadenas que nuestra soberana nos colocó y nos oprimen.
Pero no fue suficiente para hacerme bajar la guardia.
Hasta que escuché un ligero estallido a mi espalda. Mi cuerpo se movió como un autómata girando hasta que cada palma de mi mano quedó dirigida hacia cada uno de los lados del pasillo; Elara gruñó algo para sí misma y Belphegor se mantuvo inmóvil, con la mirada clavada en el invitado que acababa de aparecer de la nada.
Nigrum tenía su habitual —y espeluznante— sonrisa y me observaba con la cabeza ladeada, en actitud divertida.
—Parece que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, Eir Gerber —luego dirigió sus avispados ojillos hacia Elara, que se encontraba tras Belphegor. El reencuentro no había sido del todo agradable para ella—. Un placer verte de nuevo, Elara Lambe.
Mi tía se estremeció ante el cordial saludo del demonio gato, seguramente reviviendo algunos de los momentos que ambos habían compartido en el pasado. Nigrum había fingido confundirme con ella, quizá mostrándome de ese modo la verdad que nadie se había atrevido a decirme hasta que fue demasiado tarde; el demonio gato había llegado a un acuerdo con Barnabas para que me respondiera a las preguntas a las que él no podía debido a la orden que debían haber recibido por parte de Hel para continuar con aquel juego que se llevaba con Setan, prometiéndole romper el acuerdo que los unía si el demonio encontraba el amor verdadero y se mostraba tal y como era: un príncipe egoísta que había antepuesto sus propios deseos —sin saber qué desataría con ello— a sus responsabilidades.
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Queen of Shadows
Fantasy«... Y entonces el Enviado apareció en mitad del caos, controlando a sus bestias y ordenándoles que no siguieran masacrando a las gentes. Las hordas de criaturas que obedecían a su señor se detuvieron, esperaron... El Señor de los Demonios se...