La inquietud me hizo compañía el resto del día. De vez en cuando lanzaba algún vistazo a la sortija de mi dedo, que parecía haber disminuido de tamaño, adoptando una forma mucho más discreta y que no llamaba la atención... por el momento.
A la hora de la cena mantuve mis manos bajo la mesa, procurando no exhibirla más de lo necesario. El Señor de los Demonios percibió mi inquietud y sus ígneos ojos me observaron con mayor atención, pero sin querer preguntar qué había sucedido para que me encontrara en ese estado; agradecí ese silencio por su parte, pues no estaba segura de poder mentir y temía que Setan pudiera saber que ocultaba algo.
Y descubrir que había estado en contacto con Barnabas, además del ofrecimiento de ayuda por parte del demonio, no iba a serle de buen gusto. El Señor de los Demonios había ordenado que ningún otro demonio pudiera acercarse a mí, y su invitado no había obedecido, logrando distraer a mis doncellas para que tuviéramos una rápida conversación y él pudiera darme aquella sortija que adornaba ahora mi dedo. Tragué saliva al tratar de imaginar la reacción de Setan si supiera que Bathsheba y Briseida habían sido burladas.
Por el rabillo del ojo vi al Señor de los Demonios llevarse su tercera copa de vino a los labios sin quitarme la vista de encima. Yo continué cortando el filete que tenía en el plato, fingiendo estar concentrada en la tarea. El círculo del anillo pareció estrecharse alrededor de mi dedo de manera acusatoria, recordándome que había estado dispuesta —y todavía lo estaba— a hacer un trato con un demonio, el mismo demonio que había interrumpido en la habitación oscura y me había salvado de las sombras. El mismo demonio que había osado contradecir las órdenes de Setan.
—¿Te encuentras bien?
La temida pregunta se quedó unos instantes en el aire mientras mis manos se quedaban detenidas en mitad del corte de mi trozo de carne. Mis opciones eran limitadas: podría intentar mentirle, arriesgándome a que me acusara de no ser sincera y me presionara, o podría intentar hacer uso de una media verdad y contentarle.
Mi elección estaba clara.
—No mucho —contesté.
Setan depositó la copa sobre la mesa, centrando entonces toda su atención en mí.
—¿Puedo saber por qué? —dijo, inclinándose hacia mi lado de la mesa.
Arrugué la nariz cuando un floral aroma llegó a mis fosas nasales, haciendo que me picara levemente. Una risa femenina me dejó clavada en la silla, incapaz de poder girarme para ver de quién se trataba; el rostro del Señor de los Demonios se puso serio y sus ojos de fuego lanzaron brillos casi asesinos.
Aferré el cuchillo con fuerza en mi mano, escuchando los pasos de varias personas sobre el suelo, en dirección a la mesa. Por el rabillo del ojo vi el inconfundible perfil de una de las gemelas, quizá Meylan, ocupando la silla que se encontraba justo a mi lado; su hermana y Barnabas se sentaron al otro lado, con el demonio frente a mí. El estómago me dio un vuelco al encontrarme con su divertida mirada, a conjunto de su sonrisa.
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Queen of Shadows
Fantasy«... Y entonces el Enviado apareció en mitad del caos, controlando a sus bestias y ordenándoles que no siguieran masacrando a las gentes. Las hordas de criaturas que obedecían a su señor se detuvieron, esperaron... El Señor de los Demonios se...