Mi humor fue decayendo a cada día que pasaba. Mis salidas al exterior se vieron interrumpidas por la cercanía del festejo que iba a tener lugar como punto de inicio de lo que fuera que tuviera en mente la Maestra para mantener el máximo tiempo posible a sus invitados demoniacos en aquel castillo.
Mis doncellas trataban de intentar rebajar la tensión que iba acumulando al encontrarme encerrada en mi dormitorio. Incluso el Señor de los Demonios trasladó las cenas del comedor hasta allí, impidiendo que alguno de los invitados que rondaban por el castillo pudieran verme; durante sus habituales visitas, que se habían visto reducidas a ese pequeño espacio en el que se había convertido mi habitación.
El libro de Nigrum todavía seguía escondido bajo mi colchón, sin que yo hubiera tenido el humor suficiente para poder echarle una ojeada. Tenía la sospecha que mis doncellas añadían algún tipo de sustancia al té que me tomaba durante la noche, pues siempre el cansancio terminaba por arrastrarme a un profundo sueño nada más mi cuerpo quedaba acostado sobre mi cama.
Aquel día no iba a ser diferente. Y mucho menos cuando era capaz de escuchar, gracias a las puertas sin acristalar que llevaban a mi terraza personal, el jaleo que reinaba en el castillo, que trataba de ultimar los preparativos de la fiesta de aquella misma noche.
Me encogí sobre mi asiento, consciente de que mi mal humor estaba empeorando con aquellos gritos que me traía el viento desde el exterior. Rogue descansaba cerca de las cortinas vaporosas, ajena a todo; la perrita podía salir con Briseida del dormitorio, y no podía evitar que aquel pequeño detalle me enervara.
De todos modos, la buena noticia de todo aquello era que las marcas de mis brazos habían terminado por desaparecer y podía volver a usar los vestidos sin mangas que no habían sido modificados por mis doncellas.
Mis ojos se dirigieron hacia la cama, más exactamente hasta el punto bajo el colchón donde había ocultado el libro. Me encontraba sola en mi habitación, pues las tareas que se les encomendaban se habían duplicado tras la cercanía de la fiesta; Bathsheba y Briseida ya no pasaban tanto tiempo conmigo, aumentando así mi ansiedad al encierro.
Arrastré la silla, dispuesta a aprovechar aquella ausencia de mis doncellas para echarle un vistazo al libro de Nigrum. Me dirigí hacia la cama cuando el sonido de la puerta abriéndose me dejó paralizada en el sitio; Briseida asomó tímidamente la cabeza y me sonrió con cariño.
—Eir —me saludó.
Sin embargo, no entró en la habitación. Siguió contemplándome desde su posición en la puerta, del mismo modo que yo lo hacía desde mi trayecto interrumpido hacia la cama; Briseida titubeó antes de preguntarme:
—¿Necesitas que te traiga algo? Tanto Ebba como yo no vamos a poder pasarnos hoy mucho tiempo contigo debido... debido a que nos necesitan abajo.
Supuse que estaba refiriéndose a la planta que la Maestra hubiera elegido para celebrar aquella esperada fiesta que se había alargado demasiado, generando curiosidad y el incremento de llegadas de demonios al castillo.
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Queen of Shadows
Fantasy«... Y entonces el Enviado apareció en mitad del caos, controlando a sus bestias y ordenándoles que no siguieran masacrando a las gentes. Las hordas de criaturas que obedecían a su señor se detuvieron, esperaron... El Señor de los Demonios se...