«... Y entonces el Enviado apareció en mitad del caos, controlando a sus bestias y ordenándoles que no siguieran masacrando a las gentes. Las hordas de criaturas que obedecían a su señor se detuvieron, esperaron...
El Señor de los Demonios se...
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Aparecí de regreso en mi dormitorio, perdiendo el equilibrio y aterrizando en el colchón de mi cama. El frío de las celdas me había acompañado, pegándose a mis huesos y haciéndome temblar; pero no podía permitirme perder más tiempo: cumpliría con lo que Barnabas me había pedido. Rastrearía las perlas de la memoria que conservaba de Setan y trataría de ver si en ellas estaban las respuestas que yo buscaba.
Si Elara estaba realmente muerta.
Y, en caso de no estarlo, qué tipo de hilo me unía a ellos.
No podía permitirme un solo respiro, pues el tiempo de Barnabas se agotaba mientras la Maestra se regodeaba por su astuto movimiento. Por haber logrado crear más odio en el corazón de Setan respecto al otro demonio.
Miré en dirección al reloj de cuerda que había sobre una de las cómodas. Era más tarde de lo que creía, pues la visita a las mazmorras me había llevado más tiempo del que había sido consciente; todo mi cuerpo se encontraba agarrotado después de haber gastado tanta energía en ir y volver.
Y no tenía azúcar a mano para poder recuperar algo de ella, la suficiente para poder ir hacia el baño para cumplir con la promesa que le había hecho a Barnabas antes de abandonarlo de nuevo en aquella celda.
Con las fuerzas que me restaban conseguí arrastrarme por el colchón hasta que mi cabeza quedó apoyada en la almohada.
●
Fui directa hacia donde guardaba las perlas de la memoria y las saqué de su escondite. No me quedaban muchas por ver, por lo que separé aquellas cuyo contenido ya había visto y dejé las otras en la palma de mi mano; empecé a llenar de agua la pila del lavamanos y procedí a escoger una de ellas.
Cuando hubo suficiente agua, dejé caer la elegida en la pila. Miré mi reflejo en el espejo antes de zambullirme de lleno en aquel recuerdo.
Contuve el aliento y hundí mi cabeza en el agua.
El recuerdo que contenía la perla de memoria era oscuro. Demasiado oscuro.
Apenas era capaz de vislumbrar a través de la negrura en qué tipo de lugar me encontraba, o encontrar alguna pista que pudiera indicármelo. Giré sobre mí misma, incapaz de ver nada a mi alrededor.
Entonces escuché un sonido.
Un sonido parecido a un sollozo.
Luego un chirrido. El chirrido de una puerta siendo abierta poco a poco, dando un poco de luminosidad a la estancia que había estado a oscuras por completo; entrecerré los ojos y vi que se trataba de un dormitorio.
Observé mi entorno hasta que mis ojos se quedaron detenidos en el bulto que estaba apoyado en el colchón de la cama que había al fondo de la estancia. Me daba la espalda y sus hombros se agitaban en silenciosos sollozos.