Era evidente que Bathsheba siempre defendería a su señor, pues no en vano ella era un demonio femenino que había visto su oportunidad de regresar de donde quiera que estuviera atrapada cuando el Señor de los Demonios decidió tomar el reino. Por eso mismo dejé la discusión en ese punto y me limité a terminarme el desayuno.
Mi doncella se mostró satisfecha al ver el plato vacío y me informó que podría regresar a mi dormitorio cuando quisiera. Eso me hizo recordar que aún no sabía dónde me encontraba con exactitud.
—¿Dónde estoy? —le pregunté a Bathsheba.
—El amo os cambió a otra de las habitaciones del pasillo —contestó con simpleza—. Una mucho más iluminada.
Recordé cómo habían fallado sorpresivamente las lámparas de aceite y la insinuación que había hecho ella mientras intentaban sacarme de mi antiguo dormitorio.
—Dijiste que alguien había manipulado mis lámparas de aceite —dije en voz alta—. ¿Por qué? ¿Qué interés tendría hacer... eso?
Bathsheba se encogió de hombros, aunque percibí cierta rigidez en sus movimientos.
—Quizá divertirse a tu costa.
La miré largamente, haciéndole saber que no le había creído ni una sola de sus palabras, de aquella broma que había sonado tan forzada. Bathsheba sabía más de lo que quería aparentar y, por algún extraño motivo, no quería decirme la verdad; estaba segura que ella sospechaba sobre por qué me habían fallado las lámparas.
Y quién.
—Sigue comiendo —me indicó al ver que mi tenedor se había quedado en el plato.
Obedecí en silencio, sin apartar la mirada de su rostro. Bathsheba había recuperado su antiguo aire burlón y travieso, quizá para intentar alejar mi atención del tema sobre quién y por qué había tocado mis lámparas para dejarme en la más absoluta oscuridad; yo seguí comiendo sin decir una palabra. Pensé en lo poco que había obtenido de información mientras mi doncella se encargaba de recordarme que podía volver cuando quisiera a mi antiguo dormitorio, que el Señor de los Demonios ya se había encargado de todo.
Una vez hube terminado con mi desayuno y Bathsheba asintió con satisfacción, me puse en pie e informé a mi doncella de mis intenciones de volver a mi habitación. Ella se encargó de seguirme obedientemente mientras salíamos al pasillo y me daba cuenta de que no me encontraba muy lejos, sólo a un par de puertas de distancia; una fantasiosa parte de mí había llegado a considerar que me hubiera llevado a otra habitación. Quizá a una del ala que se me tenía prohibido visitar.
Era evidente que el Señor de los Demonios no se habría arriesgado a tanto, era mucho más cómodo utilizar una de las habitaciones vacías.
Briseida ya se encontraba en mi vieja habitación. Se puso en pie de un brinco al vernos aparecer por el pasillo, yo aún vistiendo con el camisón; su mirada me estudió de pies a cabeza antes de pasar a su hermana. Ella no sabía que Bathsheba me había confiado su auténtica naturaleza.
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Queen of Shadows
Fantasy«... Y entonces el Enviado apareció en mitad del caos, controlando a sus bestias y ordenándoles que no siguieran masacrando a las gentes. Las hordas de criaturas que obedecían a su señor se detuvieron, esperaron... El Señor de los Demonios se...