Capítulo Trece: De patitas a la calle

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            No voy a entretenerlos con los hechos irrelevantes de la primera parte de ese día, así que solo los pondré al tanto de la situación de mi antebrazo: ya tenía dos letras; la e y la ele. Habíamos usado la mañana para analizar el perfil del siguiente portador con el que nos reuniríamos, un amigo de la infancia de mi padre; sino que, además, habíamos resumido la información de Jackson. De esto solo sacamos datos graciosos y que avergonzaron a los presentes; entre ellos el enamoramiento hacia su compañera mágica, de la que mantendré la identidad en secreto por privacidad.

A quién engaño; me refiero a la supuesta Elegida, Gemma Charpentier.

Las carcajadas de mis amigos no pararon por, mínimo, quince minutos; como tampoco lo hicieron los constantes piqueteos por parte de las espinas de unas rosas. La cloroquinesis de Gemma siempre era divertida, aunque no tendía a usarla con frecuencia. En su defensa, la tecnopatía era muchísimo más fachera (genial, asombrosa, cool).

—Entonces, ¿rosas para la boda? —comentó Carter, ganándose un gruñido por parte de Gemma.

—Congeladas en los pétalos como las de La Bella y la Bestia, para que combinen con Jackson —acotó Angie, muerta de la risa.

—¿Qué hacen? —preguntó Nick, pasándome una taza de café.

Puede que aprovecháramos su ausencia para comunicar aquella información.

—Nada, solo planeamos la boda de tu hermana —contestó Melinda, sonriendo a medias.

—Chicos, saben que soy partidario de su relación y que me encanta que quieran ser serios, pero... ¿No deberían esperar un poco más? —Fue ahí cuando Melinda y yo explotamos en carcajadas, a tal punto que no podíamos parar de reír.

—No es con Carter, Nick —le advirtió Angie, divertida.

—¿Y Carter está de acuerdo? —Sin duda Nick estaba confundido, pero Melinda y yo reíamos tanto que no podíamos ni pensar en su pregunta.

—Claro, amigo; mi competencia es arrolladora como una avalancha. —Ya ni aire tenía para cuando Carter dijo eso. Melinda empezó a golpear la mesa con su mano, mientras yo me resbalaba al piso para retorcerme sin romperme un pie.

—Sis, ¿me explicarías? —le pidió Nick a su hermana. Ella asintió y le dio un codazo a Carter, que reía tan fuerte que contagiaba.

—Encontraron el artículo original de Pluma Anónima por el que se hizo famosa —explicó. Nick asintió. Tiempo después me enteré de que él había tenido que convencer a Pluma Anónima de guardar la identidad de Gemma en secreto, y reemplazar su nombre por adjetivos vagos. Nosotros teníamos el original, que mis hermanos habían recuperado de alguna manera.

—Oh, ya. —Me levanté del piso y, junto a todos mis amigos, empecé a regular mi respiración para poder retomar el tema del portador.

—Volvamos al señor Mosby. ¿Por qué se distanció de mi papá? —pregunté antes de tomar un sorbo de café.

—Le ofrecieron un gran trabajo acá en París, lo que detuvo un poco sus reuniones. Ahora Mosby está saliendo con una vieja amiga de tu mamá, Stèphanie Magêt. ¿Te acordás de él lo suficiente como para reconocerlo en la calle? —Asentí y me tomé un cuarto de la taza de café.

—Me acuerdo más de Stèph, se pasa por el CharmCafé una vez a la semana. Está en el club de lectura que reúne fondos para mejorar la biblioteca del reino. —Gemma asintió y me tomé lo que quedaba en la taza.

PÉRDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora