Capítulo Seis: Ofelia y los escorpiones

56 8 40
                                    


Lección número uno de esta misión: odio los escorpiones.

No entendí hasta unos cinco minutos después por qué los escorpiones me atacaban. No me acordaba el libro de pies a cabeza, pero sí sabía que quien estaba a nuestro asecho era Serket, diosa de los escorpiones. Y, si mi memoria no me fallaba, solo una de las mejores magas de la Casa de la Vida había podido enviarla de regreso a la Duat; una maga a la que no conocía de nada y bien sabía que no caería del cielo.

—Regresarla a la Duat será imposible —murmuré, mirando a mí alrededor en busca de un plan brillante. Aunque retrasarla...

—¿Regresarla? Los escorpiones son de género masculino en español, Alette. Hasta yo me sé esa —comentó Gemma. Rodé los ojos y le di un vistazo a mi amiga. De su mochila colgaba un pañuelo.

—¿Ideas, Alette? —me preguntó Carter. Lo miré a él también, buscando algo de ayuda. Nada.

—El Kane sos vos, Carter —molesté. Él me fulminó con la mirada y yo dirigí la mía a Angie, deteniéndome en su labial.

—Ya tiene un plan —informó Nick cuando giré mi báculo con una sonrisa.

—Carter, Nick y Melinda; maten a los bichos. Inventen algo, no sé. Pueden darles con espadas, freírlos... Como prefieran. Gemma, Carter y Angie se van a encargar de atraparla. Pierdan tiempo. Gemma, atala con tu bufanda. Angie, el láser más potente de ese labial. Mientras, voy a ocuparme del portal. ¿Listo? —Los cinco asintieron y cada uno se dedicó a su tarea asignada.

Me volteé hacia el obelisco y agarré a Xander con mi mano izquierda.

—Espero que funcione, Xander —susurré antes de empezar a focalizar en el hechizo. Cuando estaba por conectar el portal, cómo no, alguien irrumpió en mi concentración. Un grito, mejor dicho.

—¡Alette, cuidado! —exclamó Gemma.

A dos metros de mí, una enorme estructura se elevaba. Un ejército de escorpiones apilados a punto de tirarse sobre mí. Miré mis botas y asentí, pensando en ampliar el campo de protección de estas. Todos los bichos rebotaron y volaron por la calle como si de resortes se tratasen.

Gemma aprovechó la sorpresa de Serket para atarla con su bufanda.

—¡No tienes el poder necesario! ¡Nunca podrás salvar al mundo! ¡La Casa de la Vida no te aceptará, extranjera! ¡No podrás aliarte con los Kane, Cutuá! —Ladeé la cabeza en dirección a la diosa antes de lanzarle una enorme bola de fuego directo a la boca, callándola.

—Simplemente no hable, Serket. Y, para el registro, es Curtois.

Y, con eso, volví a dirigirme al portal. Miré mi reloj y entré en pánico: solo quedaban treinta segundos. Toqué el obelisco con mi báculo a la par que pronuncié el nombre de mi destino.

—París. ¡Cuánto antes! —El portal se abrió y los seis saltamos dentro tan rápido como pudimos.

Un hecho a considerar: era un viaje a favor del universo. Sin embargo, dudo que éste estuviera en mi favor. Estoy segura de que Jackson no tuvo que llenarse de arena para llegar a París. Seguro que su portal es de flores o un palacio de hielo por el que se desliza. Flor de garca que era y se la pasaba tan bien. Así todos, universo.

Como ya era costumbre al salir de un portal, escupí; arena esta vez, y algo de sangre. De seguro producto de toda la energía gastada en el portal. Todos se levantaron del piso y Gemma nos sacó la arena mientras buscaban sus abrigos. Si en Buenos Aires nos asábamos, en París nos congelábamos. Solo esperaba que esto no fuese una metáfora de mi cruzada.

PÉRDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora